El malagueño Emilio Calderón, que atesora un largo bagaje de novelas, tanto para el público infantil y juvenil, como para el lector adulto, no ha dudado en sumegirse en el difícil azote de la violencia machista, inspirándose en una historia real, con La vida borrada de Amalia Finisterre. El resultado es una novela trepidante y absorbente que, sin embargo, nunca pierde su profundo y respetuoso carácter de declaración y denuncia mundo de la violencia de género.
Amalia Finisterre, una joven enfermera de cuidados paliativos, sufre un brutal ataque en su casa. Golpeada y estrangulada hasta ser dada por muerta, quedará hospitalizada en estado vegetativo, incapaz de comunicarse con nadie. La inspectora Sarah Toledano se hace cargo de las investigaciones, y aunque todas las sospechas recaen en el novio de Amalia, Matías Almeida, que ha huido precipitadamente a Río de Janeiro, hay algo en el caso que no deja de inquietarle: la ausencia de restos biológicos del sospechoso en la escena del crimen.
La obra presenta interesantes trasfondos: por un lado la violencia de género y, por otro, el funcionamiento de las fuerzas de seguridad israelíes. ¿Cómo se documentó para que dichos trasfondos sostuvieran la trama de la historia?
Sarah Toledano, la inspectora sobre la que recae la investigación del caso de Amalia Finisterre, es un personaje que ya aparece en mi novela La cosecha humana. En aquella primera aparición, ella emigra desde España a Israel (ya que es de ascendencia judía), en busca de la tierra prometida. En Jerusalén, en cambio, descubrirá que nada es lo que parece, y que la situación de la mujer en la sociedad israelí es de vulnerabilidad. Por ejemplo, en Israel no existe el matrimonio civil, y el papel de la ortodoxia religiosa es fundamental en la vida política, lo que también afecta a las mujeres. Así las cosas, la inspectora regresa tras unos años a España, a Valencia, donde se enrola en la Policía nacional y se encarga de investigar los casos de malos tratos en dicha ciudad. Es en ese momento en el que las vidas de Sarah Toledano y de Amalia Finisterre se cruzarán para siempre.
La novela está basada en una terrible historia real. ¿Qué le movió a ficcionar un caso de violencia de género de este tipo?
La verdadera Amalia Finisterre se llama Marta, y su caso tiene muchas similitudes con lo que cuento en la novela. Digamos que la historia me la encontré en un artículo de prensa que contaba el caso de una joven a la que le habían borrado la memoria a base de golpes, que le propinó su pareja. Marta, en este caso, sobrevivió porque su verdugo la dio por muerta. Desgraciadamente, las secuelas resultaron devastadoras después de pasar doscientos cincuenta días en coma. La noticia me sobrecogió e indignó, hasta el punto de decidir tomar parte y denunciar casos como el de Marta y los de otras muchas mujeres en nuestro país. Es injusto que la vida de una mujer dependa de la voluntad de un tercero, que la vida de una persona, en definitiva, esté a merced de la fuerza y violencia de otra.
¿Cuáles son, a su juicio, las dificultades a las que se enfrentan víctimas y policías para luchar contra la lacra de la violencia de género? ¿Qué debemos hacer los ciudadanos de a pie como sociedad?
El problema de la mayoría de las víctimas y de sus familias es que no obtienen una justicia acorde con el daño que sufren. A la posibilidad cierta de perder la vida, está también el hecho de vivir con miedo, en un entorno en el que el maltratador tiene las de ganar. Incluso cuando el acto violento ya se ha consumado, el verdugo tiene un sistema judicial garantista que le permite encontrar eximentes y salidas. Mientras La vida borrada de Amalia Finisterre veía la luz, el agresor de Marta ha sido puesto en libertad. La policía cuenta cada vez con más instrumentos, y existen cuerpos especializados que viven las veinticuatro horas en estado de alerta. Con todo y con eso, son numerosas las mujeres que cuando van al supermercado o a una tienda, lo hacen bajo la vigilancia de la policía. ¿Cabe imaginar que todos tuviéramos que vivir así?
El eje narrativo gira en torno a dos protagonistas, la víctima (Amalia) y la policía que investiga el caso (Sarah). ¿Se puede considerar que la primera ama en exceso y que la segunda tiene dificultades para hacerlo? ¿Qué las une y qué las separa?
Amalia Finisterre y Sarah Toledano son, sin duda, vasos comunicantes. El problema no está en amar o dejar de hacerlo, sino hacerlo con calidad, con sentido de entrega. Amar es una habilidad, requiere de unas normas, que las partes implicadas han de establecer y cumplir. Amalia y Sarah tienen formas distintas de enfrentarse al amor, pero la destrucción de Amalia hace que Sarah quiera hacer suya la voz perdida de la primera. Lo que media entre una y otra es la falta de empatía de aquel que no ama, de aquel que utiliza el falso amor para hacer daño, incluso para matar.
Sarah Toledano es todo un personaje, que ya apareció en una obra anterior. ¿La veremos protagonizando otras novelas policíacas?
Tengo ya unos folios escritos…
El libro también da voz a un maltratador que expresa su punto de vista por escrito. ¿Fue difícil ponerse en la piel de un personaje así y articular su peculiar discurso?
Cuando me propuse escribir sobre el caso de una mujer maltratada, tenía que adentrarme también en la mente del maltratador. Lo que me sorprendió fue encontrar numerosos testimonios, en diferentes países, de maltratadores. Lo increíble es que también entre ellos existe una jerarquía, de maltratadores más o menos capaces, más sofisticados y más vulgares. Lo cierto es que detrás de un maltratador se esconde un hombre sin atributos morales o éticos, que solo sabe expresarse a través de la violencia para imponer su voluntad.
MB.
© Mari Luz Bravo.
LA VIDA BORRADA DE AMALIA FINISTERRE
Emilio Calderón
Algaida, 304 pp., 20,95 €