INTÉRPRETE: Isabel Ozores
“Una ráfaga de viento congela las palmeras que bordean la piscina. Pabst tiene la sensación de haber ido a parar a una fotografía, coloreada. Un pájaro planeaba por encima de ellos sin moverse. El sol se reflejaba en el agua, tan redondo y amarillo como lo dibujan los niños. El cigarrillo sabía a ceniza fría. Dio una calada, no salió humo. El hombre de la tumbona, cuyo nombre no había entendido antes y ahora ya era tarde para preguntar, lo miró sin quitarse las gafas de cristales tintados de naranja.
Luego el hombre empezó a hablar, Pabst no entendía ni palabra.
Asintió con la cabeza. ¿Qué otra cosa podía hacer? Desde que había llegado a Hollywood ponía todo su empeño en que no se notase el poco inglés que sabía.”
Estos párrafos son de la novela El director de Daniel Kehlmann, publicada por Random House y que desde el 13 de noviembre ya está en todas las librerías, en donde el célebre escritor alemán retrata con maestría el pacto fáustico que dio lugar al descenso a los infiernos de G.W. Pabst, uno de los más grandes directores de cine, quizás el más grande de su época, al convertirse en el cineasta del Tercer Reich. El director explora las complicadas relaciones entre arte y poder, belleza y barbarie, gloria y fracaso, en una novela tan entretenida como mordaz.
Daniel Kehlmann (Múnich, 1975) es doctor en Filología germánica. Su obra ha recibido prestigiosos galardones, como el Premio de Literatura de la Fundación Konrad Adenauer, el Premio Kleist, el Candide, el Thomas Mann y el Frank-Schirrmacher, entre otros. Su libro La medición del mundo ha sido la novela más exitosa de la literatura alemana contemporánea después de El perfume. Entre sus otros títulos cabe destacar F, Tyll (finalista del prestigioso Premio Booker Internacional) y Deberías haberte ido, todos ellos publicados en Random House. El director es su última novela. Y por ella, nos encontramos hoy en la sede de Penguin Random House en Madrid, para que Daniel Kehlmann nos la presente a los lectores de Qué Leer.
Daniel, en los primeros capítulos, nos muestras a G. W. Pabst recién llegado a Hollywood (1933), un Pabst despistado, que en Alemania ha conseguido todo en cine y, sin embargo, en EEUU tiene que pelear, con su poco inglés, por hacer cualquier nadería [por ejemplo, Un héroe moderno (1934)].
Sí, efectivamente, eso le ocurrió a muchos de los refugiados que llegaron de Alemania y de Austria a Hollywood y lo pasaron muy mal ahí. Les costó, porque Hollywood no sabía muy bien qué hacer con esta gente. Muchos de los actores y actrices alemanes acabaron interpretando papeles de nazis, precisamente por su acento. Los guionistas y los directores se utilizaron para hacer muchas de las películas mediocres que producía constantemente el sistema de estudios de Hollywood y Pabst era uno de muchos. Lo pasó mal él y todos los exiliados que llegaron a Hollywood. O sea que, desde ese punto de vista, fue universal en todos los casos. Pero él es el único de todos ellos que volvió a Alemania, al régimen nazi, y por eso su relato es tan especial.
Es memorable el reencuentro en EEUU con Greta Garbo.
Bueno, antes Pabst había trabajado con ella en Europa, cuando hizo su película Joyless Street [Bajo la máscara del placer (1925), título cumbre de la corriente de la “Nueva Objetividad” alemana]. Pero es cierto que había tratado de atraerla o contratarla para otra película y, si hubiera dicho que sí, esa película se hubiera hecho inmediatamente. Pero no accedió. No sabemos qué ocurrió entre los dos en esa reunión, en ese encuentro, que yo creo que se produjo en el vestíbulo del hotel, no en casa de nadie. Y no sabemos qué es lo que se dijeron. Todo lo que aparece en el libro está inventado, es ficción.
Igualmente es memorable el reencuentro con su otra gran actriz del cine mudo, Louise Brooks.
También es todo inventado. Pero Louise Brooks [que filmó con Pabst La caja de Pandora (1929), según Lulú de Wedekind] fue así mismo una escritora muy interesante y he intentado tenerlo en cuenta en ese diálogo, en ese encuentro. Ella escribió una autobiografía muy buena y varios ensayos. En la autobiografía tiene un capítulo muy interesante sobre Pabst. Por eso quise darle la voz adecuada, porque tenía información de que era una persona muy brillante y era muy buena escritora y eso es algo que ignora mucha gente.
Pabst no se adapta a Hollywood (como hizo Fritz Lang), regresa a Alemania porque su madre está enferma, a pesar de saber que los nazis están en el poder. Esto, tu libro, lo refleja como con cierta inconsciencia por parte de Pabst, de no pensar mucho en lo que se va a encontrar al regresar a la Alemania nazi.
Es una novela, no una biografía. Pero tengo que decir que es lo que parece. Cuando lees sus cartas, y tenemos bastantes en los archivos de la Filmoteca Alemana, no parece que él fuera muy consciente de lo que estaba haciendo. Él tampoco era un pensador profundo, una persona hiperreflexiva. Pero mi versión de él, mi personaje, es alguien que sólo toma decisiones, sólo sabe lo que tiene que hacer, cuando está en un rodaje. Ahí sí sabe lo que quiere y esa es la definición de un director de cine. Un director de cine le dice a los demás lo que tienen que hacer. Pero si no está haciendo una película, Pabst no parece muy bien lo que hacer con su vida.
Ya en Alemania, uno de los muchos momentos cumbre de tu novela es cuando vuelve Pabst al castillo Dreiturm y ve que, en el césped, bajo la lluvia, están sus maletas, que el guardés Jerzabek no se ha preocupado de ellas. Algo ha cambiado allí, ¿no?
Exactamente. Es toda la dialéctica de maestro y sirviente la que ha cambiado, porque el guardés de la casa ahora es el jefe del partido nazi a nivel local, por consiguiente él es el que da las órdenes ahora y, cuando brutaliza a Pabst o a su hijo, Pabst no puede llamar a la policía, no hay nadie a quien llamar.
Me refería a que la imagen de las dos maletas ya está diciendo todo eso.
Muchas gracias, esperaba que eso ocurriera al leer el libro. Precisamente eso supone un punto de inflexión sutil.
Películas, documentación, ambiente, esto ha debido darte mucho trabajo. ¿Cuánto tardaste en escribir El director?
Entre cuatro y cinco años. Mis dos últimas novelas, Tyll y ésta, son más largas que las previas y, sí, me ha llevado más trabajo, sí.
¿Qué fue primero: querer escribir sobre Pabst o querer escribir sobre la ascensión de los nazis desde una perspectiva distinta?
Buena pregunta. Durante mucho tiempo pensé que quería escribir sobre los nazis. Pensé: sólo puedo hacer esto si encuentro un relato inusual, algo que sea realmente original. Y, cuando encontré la historia de Pabst, pensé que quizá esta era la historia, quizá este es el acceso, la puerta de acceso para poder finalmente escribir sobre los nazis. Tenía esa idea. Y cuando Pabst regresa paso a paso, fase a fase, y mira a su alrededor, al mundo de las estrellas que hay allí (en Hollywood), entonces dije: puedo acompañarle. Como novelista, esa ha sido la forma que yo he encontrado de escribir sobre los nazis. En definitiva, primero quise escribir sobre los nazis, pero no de una forma concreta, sólo siempre y cuando, me decía a mí mismo, si encuentro la forma adecuada, el personaje adecuado, la puerta de acceso adecuada. Y cuando me topé con Pabst, dije: ésta es la historia que yo quiero contar.
Tratas tantas cosas en El director, con tan aparente ligereza, con tanta elegancia, que parece que Pabst te la hubiera inoculado, me refiero a su elegancia a la hora de montar sus películas.
Espero que haya sido así. Yo siempre trato de escribir libros que tengan ligereza, en el sentido de que trato de utilizar el humor, y que la prosa sea elegante. No obstante, uno no puede escribir sobre alguien que cuenta relatos y cuenta historias, como en el caso de Pabst, sin verse influido por su estilo. Si esto ocurrió, fue de forma espontánea.
Tu novela es un ejemplo admirable de cómo hacer creer a los lectores que lo que están leyendo es auténtico, sea Pabst o Jakob, su hijo imaginario.
Bueno, Jakob no es del todo imaginario. Pabst tuvo un hijo llamado Peter, que vino con él de Hollywood y llegó a Alemania; lo metió en un internado. Sencillamente he cambiado el nombre para dejar claro que no conozco casi nada del hijo, pero no es del todo ficticio, no está todo inventado.
Pero el núcleo de mi pregunta es decirte que tú tienes el arte de convertir la mentira en verdad.
¡Esto es lo que hace la literatura! Me encanta esto que dijo Vargas Llosa: “la literatura no está ahí para contar la verdad, sino para mentir”. Y también tituló uno de sus libros La verdad de las mentiras. O sea, tiene que haber una mentira que se encargue de contar cierta verdad.
Y, Daniel, por último, no olvidamos la excelente traducción al castellano de tu libro (por Isabel García Adánez).
Esto me lo han dicho ya varias veces, no me sorprende. Pero estoy encantado con que me digáis esto. Me lo habéis dicho tú y otros periodistas.
Carlos Castrosín
El director
Daniel Kehlmann
Random House, 376 pp., 22,90 €
Sinopsis:
G.W. Pabst, uno de los más grandes directores de cine, quizás el más grande de su época, está rodando en Francia cuando los nazis llegan al poder. Hollywood se presenta como la única salida para escapar de los horrores que anuncia la nueva Alemania, pero, bajo el sol cegador de California, el famoso director es un don nadie, y ni siquiera Greta Garbo, la actriz a la que catapultó, quiere ayudarle.
Su fracaso y las noticias sobre la enfermedad de su anciana madre lo llevarán de regreso a su Austria natal, ahora ocupada, en lo que supondrá la oportunidad perfecta para que el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, pueda captar de nuevo al genio del cine. Pabst está decidido a no dejarse someter por ninguna dictadura y responder solo ante el séptimo arte, pero la telaraña de la maquinaria nazi ha empezado a encerrarle en una posición desesperada.
Daniel Kehlmann retrata con maestría el pacto fáustico que dio lugar al descenso de Pabst a los infiernos, al convertirse en el cineasta del Tercer Reich. El director explora las complicadas relaciones entre arte y poder, belleza y barbarie, gloria y fracaso, en una novela tan entretenida como mordaz.











