Esta novela de Carolina Sarmiento, publicada por la Editorial Pez de Plata, celebra su segunda edición y hay buenas razones para ello. Abreva en la mitología rural y montaraz, en los miedos ciegos, en las obsesiones más ciegas aún, que se enredan en los recovecos opacos del alma, del bosque, de las emociones abrumadoras que subyacen a la producción artística. Está narrada con una inteligencia chispeante, lúcida, atrevida, y con una sensibilidad llena de meandros y de sombras. Exuda poesía y misterio. Es un libro que se lee rápido, pero que vale la pena revisitar, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol o a la lumbre crepitante.
“La sensorialidad del estilo y la construcción del espacio nos meten dentro de una bruma que nos atemoriza. Porque la conocemos”, dice Marta Sanz. A lo que Elia Barceló agrega: “Vrësno nos ofrece todos los colores de la oscuridad. Mirar por los ojos de Carolina Sarmiento es asomarse al abismo”. ¿Y quién puede resistirse a la curiosidad de asomarse a un abismo tan poético?
¿De dónde sale la idea de escribir esta novela?
La idea arrancó en el 2015 con motivo de la visita a los padres de un amigo. Se jubilaron, compraron una casa en un pequeño pueblo de montaña en el que había muy pocos habitantes, y se mudaron. Y me sorprendió lo bien que los habían acogido. Los vecinos los ayudaban en todo y estaban muy pendientes de ellos. Tuve la sensación de encontrarme con gente muy amable pero que tiene una sombra, algo extraño, que hace pensar que tienen otra intención. Y ese juego de ¿te imaginas si en realidad lo que quieren es…? Fue el germen de la novela. Me gustó la idea y empecé a escribirla, pero el libro salió recién en 2023 porque me costaba encontrar momentos para escribir. Me pedí seis meses de licencia sin sueldo en el trabajo. En ese tiempo escribí Vrësno y Tarada, mi otra novela, que es lo inverso de Vrësno. Tarada se publicó primero porque es luminosa e implica una huida, algo que hacía mucha falta luego de la Pandemia. Y entonces tuve más tiempo de corregir y reescribir Vrësno.
¿Cómo fue esta decisión de utilizar un narrador que apela al lector y le habla directamente? Por ejemplo, cuando dice: “Les pido fe. Créanme, aunque parezca una leyenda”.
Tiene que ver con el hecho de que la protagonista y narradora se dirige a la policía para contar lo que está sucediendo, y si bien está basado en una leyenda que es conocida por todos, tiene que convencerlos de que esta vez es cierto, la leyenda se ha vuelto realidad. Como si alguien ha ido a Rumanía y te quiere convencer que se ha encontrado con el conde Drácula.
Apela con esa voz desesperada y con la necesidad de convencer a los policías de cómo son sus padres, por lo que han pasado, y cómo han podido caer en la trampa de esa gente de Vrësno. Y esa interpelación puede sentirla el lector porque golpea a su puerta. Y luego es él quien decide si se lo cree o no.
Interesante es que hayas basado la novela en una leyenda, en esa mitología rural. ¿Quisieras contar un poco de qué va la leyenda?
Va un poco de cuentos de hadas, o de cuento negro europeo, de bosques, de las sombras, de los animales salvajes y de las personas malvadas. Vrësno es un pueblo que está en lo alto de una montaña, su nombre no está en los mapas, y no se sabe si es solo una leyenda o si en realidad existió. Hay una estirpe tradicional, una familia, los Zalea, solo ellos viven en ese pueblo, acogen muy bien a quienes los visitan, y tienen unas costumbres peculiares que pueden resultar peligrosas para quienes van allí, como los padres de nuestra protagonista que recalan en ese pueblo con la intención de vivir en un lugar de naturaleza pura, en un momento en que en las ciudades hay peligros, y además porque la madre quiere inspirarse para escribir una novela perfecta. A mí me gustaba que los ecos de los cuentos y de la tradición oral se filtraran en el ambiente y se mezclaran con la narración, de modo que ya no se supiera qué es realidad y qué ficción. Así como en los cuentos de hadas, que aparentemente siempre tienen un punto de partida real que se va convirtiendo en fábula en su paso por la tradición oral.
Esta atmósfera de cuento de hadas y de duendes se siente a lo largo de la novela. Una tiene la sensación de que en cualquier momento va a aparecer un ser mágico, se percibe su sombra. Y eso también genera suspense y tensión narrativa. Además de que apelas mucho a los sentidos.
Para mí es muy importante no quedarme solo en lo visual, sino apelar a lo olfativo, lo auditivo, porque ayuda mucho a meterse en la historia como un tobogán, deslizarse en la experiencia sensorial.
Pareciera que la protagonista realiza un regreso a las raíces, al origen de la propia historia, así como un volver a Ítaca. ¿Qué implica volver a Vresno? ¿Qué hay de simbólico allí?
Se me ocurre que de alguna forma simboliza eso de volver a la España vaciada, para repoblarla, y las experiencias que se generan a partir de allí, que no siempre son lo que la gente se espera. La novela habla de los lugares en los que vivimos, los espacios que ocupamos.
Habitar en Vrësno habla del peligro de las obsesiones. La determinación de la madre de llegar a ese punto tan puro y natural como una panacea de la creación artística, y quizá no es lo que ella creía que la llevaría a la felicidad.
Creo que hay muchos significados que se construyen en interacción con los lectores. Yo escribo desde el interés de avanzar con la historia. Luego en las conversaciones y la reflexión surgen muchas otras cosas.
Quizá la distancia de la protagonista con sus padres que han quedado en Vrësno, pero ella se ha ido a estudiar y a hacer carrera con la música, se parece un poco a lo que sucede en la migración. Y el que se ha ido siente culpa de haber abandonado a los suyos. Un poco eso le pasa a Stanis, nuestra protagonista. Lo que al final la lleva a desandar el camino e ir a buscar a sus padres, pero una vez que ha madurado y obtenido logros.
Y en la novela hay un tal Stanislav Rekmiev, a quien la madre lee obsesivamente y que la inspira, y que en algún momento la protagonista comienza a leer. ¿Hay algún Stanislav en tu vida?
Pensaba en el mito de los escritores rusos o del este, más precisamente en Stanislaw Lem, cuando leí Solaris me deslumbré. Y con otros libros como Ana Karenina, o cuando leí a Chéjov. Me deslumbraron. Y para una mujer que quiere escribir de una manera perfecta, evocadora, simbólica y que perdure, parece lógica la obsesión con un autor de estos, también muy apegado a la tradición oral, a cierto oscurantismo y animalario, y acierto malditismo. Mis Stanislavs son esos autores rusos que leí con admiración y devoción. Pero de todos modos lo traslado como advertencia, que la obsesión puede producir la pérdida de la originalidad por el intento de copia.
Y la protagonista no se obsesiona, como lo hace su madre, ella logra crear lo propio. A Rekmiev retorna con ánimo de coleccionista, como un homenaje a la madre.
Además de novela escribes poesía y relatos. ¿Cómo funciona esta multiplicidad?
La verdad es que cuando escribo novelas cortas las trabajo como si fueran cuentos. Intento que sean las frases justas, que no haya párrafos o páginas de más. Mido el engranaje para que tengan un comienzo y un final fuertes.
Luego la poesía está muy presente. Escribo poemas cuando me vienen, no los busco. Pero es cierto que me aparece la mirada poética también cuando escribo prosa, y me ayuda a continuar. Me gustan mucho las metáforas, las comparaciones, las imágenes, me parecen muy evocadoras. Trato de equilibrar y no exagerar con ellas. Es verdad que, aunque parezca un poco cursi, la poesía es una forma de desentrañar nuestra percepción del mundo, de enfocar con mayor profundidad nuestra cotidianidad, ver con otro prisma nuestro día a día, hacer la compra, ir al trabajo. Hace que puedas contar la vida desde ese punto de vista mágico y misterioso, que no deja de ser el real, y permite profundizar en las grandes preguntas: por qué estamos aquí, de dónde viene el amor, la angustia, por qué sentimos como lo hacemos. Y creo que la poesía en prosa ayuda mucho a entender estas cuestiones.
Y tengo un niño pequeño, por lo que he leído muchos cuentos infantiles, cómics, novelas gráficas, en los últimos años y entiendo que toda esa imaginación me ha influido. No pretendo escribir género fantástico, pero sí que mi literatura deje la puerta a la posibilidad mágica.
Es muy interesante lo que dices en la novela sobre el proceso de producción artística y sobre la sensibilidad que se pone en juego en ello.
Esa parte me invitó a reflexionar sobre los riesgos del proceso artístico, porque cuando escribimos lo hacemos desde nuestra propia memoria, sentimientos, relaciones y estás exponiéndote a ti misma, exponiendo tu interior. En los talleres de escritura aprendí justamente que una no puede escribir dejándose en el armario sus sentimientos. Salen y ese material es explosivo. Yo no convierto las novelas en diarios pero sí trabajo con mi manera de sentir, mis reflexiones, mis intuiciones y ambigüedades. Vrësno es una novela sobre el peligro de las obsesiones, y fíjate que cuando la escribí yo me obsesioné totalmente para encontrar la palabra más certera para expresar esos sentimientos.
Atrapada en tu propia obra literaria.
Sí. El proceso creativo tiene esa duplicidad y es lo que lo hace tan atractivo, y engancha tanto, como las drogas; sorprende, es múltiple, funciona a distintos niveles.
¿Y cómo son tus tiempos en el proceso creativo, cuándo escribes, cómo, cuáles son tus rutinas?
Llevo siempre libretas y apunto ideas, y escribo poemas cuando surgen. No tengo horarios fijos. Yo trabajo en turnos que van cambiando, soy redactora y periodista y redacto las noticias para la televisión de Asturias. Eso hace que esté con la mente en lo que sucede y en las noticias.
Para escribir necesito tomarme tiempo, algunos meses libres del trabajo, para mantener la cabeza enfocada y solamente escribir. Me es muy necesario pasear, contemplar, pensar y luego llegar a casa y ponerme a escribir. Hago una inmersión absoluta.
Tu libro es realmente bello y además me encanta el agregado que tiene, ese mapa imaginario de Vrësno y la zona en que se encuentra.
Pez de Plata es una editorial que le pone mucho mimo a la tarea de edición y se ve en estas cosas. Aunque en ese momento había escasez de papel y por eso la novela no tiene índice, tiene este mapa que permite al lector viajar por ese terreno imaginario.
Romina Tumini
Vrësno
Carolina Sarmiento
Editorial Pez de Plata, 2023
160 pág.











