La escasa obra publicada del poeta José A. Jiménez Navarro –Salvando las distancias (2016), y el que nos ocupa, Vísperas– encuentra su equilibrio y recompensa en la fértil esencialidad de los mismos. Lo básico, lo profundo, lo fundamental, lo que dibuja los límites inexorables del hombre; su pertenencia y la palabra que los nombra acompañan a sus lecturas. La vida rural desaparecida en la vorágine del tiempo y de la historia: su geografía, las gentes, los objetos, y las palabras que les daban vida, es el tema de sus poemas. Y en Vísperas la encontramos focalizada en la estirpe. Vísperas es un sentido homenaje a los hombres y mujeres de la España vaciada –vacía, le parece un término más exacto a su autor-, pero, sobre todo, a su panteón familiar y vital. Vital, porque la memoria de la infancia y la juventud -pero también del presente convertido en un lugar ya ajeno al habitado en el pasado- aparece, si bien dominada por los espectros y huellas de un esplendor desvanecido por el tiempo, también obstinada en custodiarla y celebrarla. Familiar, porque la presencia de la muerte de los mayores -el padre, la madre, los abuelos, los tíos, y de la vida generada a su alrededor -, de los que nos anteceden, es la piedra de toque de varias secciones del libro. El topos del ubi sunt dentro del abismo y el misterio de la existencia marca el tono de un libro que recorre pasado y presente con la mirada puesta en la interiorización de la pérdida, y la voluntad que este desastre no aniquile la vida circundante. Salvaguardarla –salvar su distancia– para que no nos asfixiemos y desaparezcamos también nosotros, el resto; todos. Y para ello están los nombres; está la poesía. Porque como dice su autor, “toda poesía parte de una voluntad de permanencia y en ese sentido es siempre celebración. Si queremos que algo permanezca -y cuando escribimos un poema es siempre así- es porque deseamos celebrar aquello que el poema revela”. En términos semejantes escribía Hölderlin, “lo que dura lo fundan los poetas”; el lenguaje poético como custodio de las flores y las ruinas del tiempo, como una puerta abierta a la esperanza, a su presencia frente a la destrucción. Las citas que acompañan el libro -por ejemplo, la de Diego Jesús Jiménez: ”Cruzan, las figuras sin sombra de la Historia, la tarde; y ves crecer las flores que nacen siempre en las edades muertas”.- sintetizan y acotan los temas y la tonalidad que amplificarán los poemas: el éxodo, el trabajo, la honestidad, la enfermedad, la soledad, o la ternura como contrapeso a la derrota; el tránsito, en definitiva, de los olvidados seres sin historia de la Historia deambulan a lo largo de estas páginas con diáfana belleza. Poemas donde se conjuga el clasicismo y la modernidad; los metros y ritmos tradicionales de la rondalla o el soneto, junto al poema en prosa o las atrevidas imágenes del verso libre; la amplificación descriptiva junto a la síntesis minimalista. Donde resuenan los ecos de Manrique y Quevedo, pero también los de Gil de Biedma o Claudio Rodríguez. Poemas sin adherencias -que han ido adelgazando pero densificándose, esa es mi impresión-, nítidos -sin pirotecnia añadida-, bien estructurados, y con un ritmo preciso hacia, la mayoría de veces, su hermoso y rotundo final. Con Vísperas, José A. Jiménez Navarro vuelve a dar un paso adelante en su incesante lucha contra el olvido en un mundo dominado por el vertiginoso delirio de lo intrascendente; esa labor de la recuperación y mantenimiento de la memoria individual y colectiva, de su patrimonio lingüístico y ético, que ya inició con Salvando las distancias, pero quizás ahora con un punto más de compasión y lucidez que otorga de forma despiadada, fundamentalmente, la muerte de los padres. Un espejo de nuestra propia muerte que en Vísperas se inclina hacia la conmemoración y no el lamento, como actitud esencial ante el don de vivir.
Moisés Galindo
Vísperas
16,00€ (IVA incluido)
Libros de Aldarán
Autor: JOSÉ A. JIMÉNEZ NAVARRO
80 páginas











