¿Quién es Marina Perezagua? Es una escritora inteligente, reflexiva, observadora. Su mirada capta las asperezas debajo de la superficie, convenientemente pulida, de la sociedad norteamericana. Y las pone de relieve, las cuestiona, porque no puede ni quiere normalizarlas, sobre todo la indolencia de una sociedad incapaz de reaccionar ante la crueldad y la violencia. Marina investiga con minuciosidad, explora hasta que está segura de que lo que va a decir es fidedigno, y entonces, no solo atrapa al lector con sus historias como cajas chinas, sino además lo informa, lo educa, lo problematiza. No se sale indemne de la lectura de “Luna park”, pero sí con la esperanza de que todavía se puede construir un mundo mejor y con una idea más clara de dónde empezar a mirar para ello.
En este libro se desmitifican cuestiones aceptadas acríticamente como la maternidad romantizada, la familia como oasis, las etiquetas, el derecho a matar del estado o a desamparar a los más débiles. Aquí se puede pensar también en nuevas formas de ternura; como una extraña que se te acerca y sin razón ofrece su compañía, su sonrisa; un científico que expone bebés prematuros como espectáculo de circo porque es la única forma de salvarlos; o un fotógrafo que inmortaliza el rostro de una bebé china arrojada a la basura, para demostrar al mundo que ella existió. Como una “Violeta que florece porque sí”, como dice en un relato, sin tener un propósito aparente, así suceden estas formas de ternura, simplemente, desde la más pura humanidad que posa su mirada en un otro invisible y le dice “yo sí te veo”.
La literatura de esta autora es poliédrica, no solo en tanto se desdobla en historias sucesivas, en parte autobiográficas y en parte ficcionales, sino en tanto apunta a distintos aspectos de la realidad social y la experiencia humana. Dibuja un mundo lleno de claroscuros; de seres humanos llevados a los límites, madres sobrepasadas, bebés que nacen con poca esperanza de vida, padres ausentes, gente extraña, compleja, frágil. Ni héroes ni villanos, porque a ella le gustan los grises, dice. Tiene la mirada entrenada en la observación de las pequeñas cosas que sin embargo cuentan mundos. Guillermo Busutil ha dicho: “El don de Marina Perezagua es narrar hacia dentro del lector, como si le estuviese susurrando sobre una herida”. Porque de lo que sabe mucho Marina es de sensibilidad, de cómo percibirla y cómo transmitirla con esas pinceladas que se le quedan grabadas al lector para siempre. Vale la pena subirse a esta montaña rusa de colores y sensaciones… y disfrutar.
Los temas de sus libros son arriesgados: la pena de muerte, el tráfico de órganos, la pederastia. Fluyen desde lo ficcional pero se documentan en la realidad misma. ¿Representan una suerte de denuncia? ¿Tiene, de algún modo, su literatura esta intencionalidad?
En principio no me pongo a escribir con la intención de la denuncia, pero al final siempre me sale así y me alegra enormemente porque como persona soy combativa y me quejo cuando hay que quejarse. Trato de pensar en el otro. Entonces, la literatura para mí se trata de un acto de placer, pero acaba también tocando temas sociales que me interesan muchísimo.
Evitaré decir el cliché de “este libro es necesario”. Pero esta forma de narrar, tomando postura, sí lo es.
Sí, y lo que dices de la documentación me parece importante porque cuando se están contando cosas serias y que son realidad no quiero que la gente piense que me estoy inventando algo. Así que es un tema de responsabilidad.
Me imagino que se requiere de un gran trabajo de relojería fina para montar la trama incorporando lo investigado.
Claro, en la novela “Seis formas de morir en Tejas” la parte de la investigación (sobre el corredor de la muerte) fue sin duda la que más tiempo me llevó. En “Luna Park” la investigación sobre las primeras incubadoras expuestas como un espectáculo circense fue minuciosa porque quería que los datos fuesen correctos, los nombres de los creadores, etc. Porque salvó la vida de muchos niños y quería que estuviese bien documentado.
¿Qué ofrece de distinto la creación de cuentos en comparación con las novelas?
Me resulta más fácil entrar y salir del cuento, sobre todo cuando tengo poco tiempo. Su formato más corto lo puedo dominar mejor. Cuando en una novela llevas doscientas páginas ya no recuerdas bien partes de la estructura. El cuento me da esa libertad.
Los relatos de “Luna Park” desnudan con desenfado (y no sin humor) aspectos oscuros de la sociedad norteamericana. ¿Ofrece la migración un prisma privilegiado para observar y plasmar la complejidad de esta sociedad?
Sí, tal cual. Para la escritura es productivo tener esa distancia, después, en lo personal es duro, porque a veces también tienes esa distancia de ti misma, ese desarraigo. Pienso que para las artes en general (esa distancia) es bastante eficaz.
El desarraigo aparece en los cuentos. Además, la extranjería se transluce en cosas que están normalizadas para la gente local, pero para una no es así.
Sí, exactamente, te das cuenta. Hace unos días que he venido de Estados Unidos y no veo a ningún hombre corriendo desnudo por la calle, porque allí es habitual, y lo normalizas. Y en cambio aquí como no lo veo, digo: qué raro.
¿Qué ven los ojos de Marina, que otros no ven? ¿Qué captura su atención y cómo es el proceso para seleccionar sobre qué vale la pena escribir?
Yo al principio anotaba todo en libretas y eso, pero después me di cuenta que no tenía sentido porque las ideas importantes no se te van de la cabeza, se arraigan ahí y permanecen. ¿Y Cómo veo? Me gusta mucho el ser humano, comprender cómo cada una de las personas entiende el mundo, su sensibilidad. El otro día íbamos a Logroño y había unos chicos muy jóvenes y se fijaban en unas florecitas que había por allí, en pequeñas cosas. Tenían una forma de percibir muy madura. Voy en el metro y observo de qué manera se comporta tal persona con otra.
En los cuentos hay una ausencia, que no siempre es total; la figura del padre, del marido, del hombre. ¿Qué dice la ausencia de las figuras masculinas en los relatos?
El personaje del hombre es ese no estar. Yo me fui muy pronto a Estados Unidos, aprendí a depender de mí misma. Me hice sola, sobre la base de ese yo mujer. Y los hombres sí pasaban, pero no afectaban a la historia principal, no sé si eran secundarios, pero ausentes sí. La mujer no necesita la figura de un hombre para que le de relieve, la mujer es por sí sola.
El mar, tanto en su obra como en su vida también es esencial, ¿verdad?
El mar desde siempre ha estado presente en mi vida: mi tío fue marino mercante, mi madre capitana de barcos. Desde pequeña me gustó la pesca submarina, la apnea, la natación. Hay muy pocos problemas de los que el mar no me pueda limpiar. Es increíble lo feliz y serena que puedo estar allí. Para mí es eso, el poder liberarme de todo.
¿Escapa de sus personajes o se los lleva al mar?
Mis personajes, aunque sean malos, yo los quiero mucho. Es de la realidad de donde me quiero escapar.
Me conmovió esta frase de su relato: “Si una sola persona me sonríe en el camino, no me suicidaré”, ¿es quizá el mensaje del libro?
Sí, es la nota de una persona que se había tirado de un puente. “Si una sola persona me sonríe en el camino, no me suicidaré”, lo que quiere decir que ni una sola persona le sonrió. Y aquí (en España) la vida es más amable, pero lo que yo veo últimamente en Nueva York es… como el caso del monje que prendieron en llamas y nadie hizo nada, ni un grito; una escena silenciosa. Por eso creo que es un poco una analogía de los tiempos, en algunos lugares, esperemos que no se extienda por todo el planeta.
¿Qué le gustaría que se llevaran los lectores de su libro?
Que se lo pasaran bien, que tuvieran una lectura fluida, que disfrutaran del humor, pero también que reflexionaran sobre los temas que se exponen, que complejicen. Me gustan mucho los grises. Valoro las opiniones diferentes. Las cosas actualmente están muy crispadas, pero hay que comprender la complejidad y lograr una armonía con quien piensa diferente.
Romina Tumini
Luna park
Marina Perezagua
Páginas de Espuma