La endemoniada y otros relatos es el libro más reciente de Miguel Ángel Hernández Saavedra. El doctor en filosofía y profesor ya se había enfrentado al ensayo y a la poesía en años anteriores, pero gracias a su «entretenimiento a ratos con la fantasía» logra su atrevido debut en el mundo del cuento, que sin duda dejará a cualquier lector (que tenga la suficiente valentía) con ansias de explorar más y más el mundo desalentador, enigmático, cómico, salvaje y, antes que nada, profundamente humano reflejado en cada uno de los 34 relatos que componen la obra.
Las 195 páginas del libro se estructuran en dos partes diferenciadas según sus fechas de composición, como bien nos revela el autor en su Didascalia. Sin embargo, acierta al cuestionar la posibilidad de calificar la obra como un simple «libro de cuentos» unitario con principio y fin, debido a su compleja diversidad estilística, temática e incluso genérica. La propia contraportada advierte un universo en el que confluyen lo fantástico, «la nuda descripción, el arabesco narrativo y un sustrato poético de sabor antiguo». Universo que obliga al lector a encarar cada cuento como una entidad propia, única e interpretable por sí misma.
El lector pronto advertirá que no se trata de una aventura literaria para los flacos de espíritu (o de estómago). Se verá encarado constantemente frente a los aspectos más crudos de nuestra realidad en explícito detalle, pero sin echar en falta un exquisito humor negro, en ocasiones negrísimo, que da a la obra uno de sus aspectos más característicos. «Yo me animo pensando que el poeta trágico debe ser cómico (saber serlo) llegada la ocasión», afirma el autor en su Didascalia, rememorando un pasaje platónico.
Así, ya sea intentando resolver el críptico caso de un asesino decidido a acabar con todos los que dicen «un abrazo» en lugar de darlo al despedirse (entre otros colectivos aparentemente despreciables), o presenciando el morbo de un cornudo vencido por el peso de su cultura, los lectores descubrirán pronto que la portada del libro, The Room, de Balthus, delataba ya la repentina apertura de las cortinas de la inocencia hacia el universo erótico, grotesco y trágico al que se verán sometidos.
La dureza de la obra no se limita a su explicitud, sino que lleva consigo un perseverante cuestionamiento de la existencia, moralidad, conducta y lenguaje humanos (¿inhumanos?). No poca será la ansiedad que sufra el lector al sentirse perseguido como un joven banquero cuya culpa se esconde bajo una insufrible paranoia contra sus (¿imaginarios?) perseguidores («El perseguido»), o abatido como un abuelo con la sangre de una niña asesinada en sus manos, víctimas ambos de los verdaderos creyentes y de los «creyentes por moda» de la sangrienta religión de la guerra («Los creyentes»).
Asimismo, se muestra una extraordinaria variedad formal. No poca será la sorpresa de cualquiera al descubrir que el cuento que abre el libro, antes que prosaico, es un magistral texto en verso libre que polemiza el papel de nuestros supuestos héroes (¿cobardes?), aquellas grandes figuras que se esconden entre las vísceras dejadas de lado por los monstruos de nuestra sociedad.
La maestría estilística se evidencia igualmente en cuentos que reflejan total dominio de la superposición de narración y diálogo («Asunto zanjado»), otros que se resisten a ser encadenados por la dicotomía prosa-verso («Las angustias son para el verano»), o incluso en el cuidadísimo y extenso vocabulario utilizado para forjar las más espléndidas (o deleznables) metáforas: «Mi falo se encerebró, empezó a pensar y, ante la duda, se bloqueó. Me engatillé moral, religiosa y filosóficamente. Algo fallaba estrepitosamente abajo, en la infraestructura… Felicia me desmontó y me puso sus poderosas nalgas níveas en la boca. Cambió de silla, por así decirlo» («Lo venéreo y lo venal»).
Cabe mencionar que ningún cuento supera las quince páginas. Gran parte del impacto que producen se basa precisamente en su feroz brevedad, que obliga al lector a dar vueltas una y otra vez sobre los hechos narrados para descifrar sus misterios, sus minucias o sus significados en general. Incluso podremos encontrar algunos microcuentos, donde más se acentúa este aspecto, como «El triunfador», de carácter metaliterario o hasta posiblemente autobiográfico. La profunda huella que deja cada relato, lograda en breves páginas, es decisivamente uno de los grandes aciertos del autor.
Por su parte, el propio cuento que da título a la obra («La endemoniada») es, como es de esperar, uno de los más llamativos. El autor utiliza una narración omnisciente complementada por el estilo propio de un documento inquisitorial para narrar la historia de una joven pastora marcada por su avistamiento de dos súcubos y dos íncubos yaciendo con cuatro miembros de la aldea. El proceso inquisitorial, en el que la pastora sirve como testigo en defensa de la inocencia de las víctimas, se utiliza como alegoría para expresar los tabúes, la represión sexual, moral y política de otros tiempos y de los nuestros. Al inicio del relato, la pastora reivindica su posición como ser radicalmente libre apagando el fuego inquisitorial con un balde de agua, pero, como tantos otros personajes del libro, se tendrá que enfrentar a las consecuencias de ser libre en una sociedad basada en la corrección, la vergüenza y el recato.
La represión de la sexualidad, especialmente la femenina, es una de las tantas normas culturales discutidas en la obra. La formación filosófica y literaria del autor se ve reflejada no solo en las diversas citas (Hegel, Heidegger, Quevedo, Miller…) que funcionan como preámbulo a varios cuentos, sino al enfrentarse, a menudo con un gozoso tono paródico, a tantos temas universales como el tiempo («A la hora exacta: Aión»), el lenguaje y la verdad («El erudito»), el bien y el mal («Los normales»), la tradición («Los mártires»), la política y la fe («Los expertos») o incluso la historia. Así, en «Lejos de Europa» utiliza un estilo procesal, cargado de una ironía voraz, para sentar en el juzgado a un antiguo espectro que recorrió el continente, con la intención de criticar y deconstruir nuestra concepción de las figuras que forjaron nuestro mundo (o intentaron forjar otros mejores).
El «sentido de la ruina, del trastorno y del presagio del fin de los tiempos», descrito en la contraportada, absorbe gran parte de los relatos. Se trata de una narración del desengaño, el chillido de unas voces asfixiadas por sus tiempos, sus relaciones sociales, sus culpas, sus arrepentimientos y sus deseos insatisfechos. Pero, a pesar de todo ello, el lector encontrará igualmente acogedores «oasis» de amor (romántico, filial, existencial), de esperanza entre el desierto que supone el desasosiego expresado en cada cuento, como el majestuoso lirismo amoroso utilizado en «La sombra».
En definitiva, la obra no es una lectura apta para cualquiera. Desafía las expectativas del lector ofreciendo un profundo y multifacético recorrido por los aspectos más oscuros, cómicos y trascendentales de la condición humana. Cada uno de los cuentos brilla con su propia identidad, invitando a una reflexión que supera las páginas del libro. Es un debut cuentístico audaz y complejo que confirma el talento del autor, dejando huellas indelebles en quienes se atreven a adentrarse en este cautivador universo literario.
Solo en un mundo donde se suceden ciclos de violencia y paz, de depresión y alegría, de matanzas en nombre de las más coloridas banderas, de engaños y desengaños, de amores y traiciones, de maravilla y miseria, de izquierdas y derechas, puede caber el sabor trágicamente agridulce de un libro como La endemoniada y otros relatos.
Hans Nicholas Graf Aray
LA ENDEMONIADA Y OTROS RELATOS
Miguel Ángel Hernández Saavedra
Shangrila, 174 pp., 20 €