Retrato de Wilkie Collins por Rudolf Lehmann, National Portrait Gallery, London.
Este año se celebran los doscientos años del nacimiento del narrador inglés Wilkie Collins (8 de enero de 1824-23 de septiembre de 1889, Londres). Hijo del paisajista William Collins, fue aprendiz en una compañía de comercio de té, estudió Derecho (pasó su adolescencia en Italia antes) en el Lincoln’s Inn –a pesar de su formación nunca llegaría a desempeñarse como abogado–, hizo sus pinitos como pintor y actor y, antes de conocer a Charles Dickens en 1851, había publicado ya una biografía de su padre, Memoirs of the Life of William Collins, Esq., R. A. (1848), una novela histórica, Antonina o la caída de Roma (1850), y un libro de viajes, Rambles Beyond Railways (1851).
Fue precisamente al conocer a Dickens, con quien mantuvo una duradera y fructífera amistad, que su carrera literaria despegó. Con él colaboró en varios medios y una de sus obras más famosas, La dama de blanco, vio la luz por entregas en la revista que Dickens fundó. Ahora la editorial Alba relanza una gran edición de esta novela, que empieza así: «Una noche, en un cruce de caminos en las afueras de Londres, un joven y modesto profesor de dibujo tiene un encuentro con “una mujer sola, vestida de blanco”, de «rostro exangüe», que le pide ayuda para encontrar un cabriolé. Apenas dos minutos después, un carruaje con dos hombres se detiene para preguntar por una «mujer de blanco» que acaba de escaparse de un manicomio.
Se trata de una trama endiablada en la que el pobre profesor tendrá que lidiar con una conspiración inimaginable, «en una lucha sin esperanza contra nobles y poderosos» cuyas víctimas son dos mujeres aterrorizadas, empequeñecidas, privadas de legitimidad. Entre un repertorio de personajes muy collinsiano –baronets corruptos, terratenientes hipocondriacos, beatas anglicanas, italianos pintorescos, madres sin piedad– destacan dos figuras inolvidables: la intrépida Marian Holcombe, «una mujer entre diez mil en estos tiempos triviales», y el conde Fosco, que, con su poderosa voz de bajo, su cacatúa y sus ratones, se convertiría enseguida en un malvado fundamental de la literatura del XIX.
La mujer de blanco (1859-1860) fue el mayor éxito de Collins, hasta tal punto que no tardaron en aparecer perfumes, capas, sombreros y hasta valses y cuadrillas con su título. Brillante y novedosa en su estructura, que confía el relato a varios narradores, como testigos en un juicio, en ella el mismo acto de narrar está dramatizado y forma parte de la acción: a veces se reviste de peligro, a veces es un instrumento de salvación, siempre un medio para establecer la verdad.
De entre su extensa obra habría que destacar que fueron fundamentales para el desarrollo posterior del género policiaco. El lector interesado hará bien en echar un vistazo al catálogo de Alba, donde hallará Basil , con la que inició en 1852 una serie de novelas «sensacionales», llenas de misterio y violencia pero siempre dentro de un entorno de clase media, que, con su técnica brillante y su compleja estructura, obtuvieron enseguida una gran repercusión. Estamos hablando, aparte de La mujer de blanco (1860), de Armadale (1862) o La Piedra Lunar (1868), que sentó las bases del moderno relato detectivesco, con elementos rayanos en lo fantástico.
En Sin nombre (1862) y Marido y mujer (1870), las heroínas son mujeres dramáticamente condicionadas por una arbitraria situación legal. Otras novelas suyas son La pobre señorita Finch (1871-1872) y La hija de Jezabel (1880), todas ellas en este exquisito sello editorial barcelonés. Y una última curiosidad: Collins murió sin haberse casado nunca pero fue cabeza de dos familias distintas y rigurosamente secretas.
Wilkie Collins
Alba, traducción de Miguel Temprano García, 640 pp., 39,50 €


AMOR CIEGO
Wilkie Collins
Montesinos, traducción de Pedro Horrach Salas, 378 pp., 23 €
Protagonizada por un potente personaje femenino, Iris, atrevida e inconformista, la novela explora las relaciones entre el amor y la institución del matrimonio con las prisiones que ambos crean, teniendo como trasfondo las expectativas sociales y los prejuicios de una Inglaterra aún dominadora de Irlanda.
Última novela del autor, empezó a publicarse de forma serializada en 1889 y, aunque Collins no vivió para terminar la obra, dejó planificadas la estructura y las secuencias finales de forma detallada para que el popular autor Sir Walter Besant pudiera completarla. Besant terminaría la obra final de Collins en 1890, año en que se publicaría Amor ciego en forma de libro, proporcionando a sus lectores el desenlace de la última historia del gran Wilkie Collins, y resolviendo el destino que les aguardada a sus tres protagonistas.