El talento, el azar y la necesidad son elementos difícilmente conjugables. También lo es el hecho de ser un sabio de la literatura en los tiempos que corren. José Carlos Rodrigo Breto, autor de novela y ensayo, maestro de escritores y experto en literatura comparada, sabe bien de las luces y sombras de juntaletras de diversos lares y épocas.
De hecho, podríamos decir que ha construido buena parte de su obra en torno al hecho y a la pulsión literaria. En sus novelas, por ejemplo, las capas, homenajes e influencias en torno a grandes autores universales son constantes, construyendo un mecano referencial, una arquitectura de hallazgos y narraciones donde verdad o mentira no importan un ardite. Del mismo modo, el autor ha perseguido el hecho literario a través de una serie de ensayos, tan narrativos como brillantemente analíticos, que bucean en la teoría de la literatura y en los mimbres de la experiencia propia. Es el saber crítico desde una vida de letras y de experiencia.
El anterior fue Ismail Kadaré: La gran estratagema (Subsuelo ediciones, 2018. Y en él Breto ya dio muestras de una capacidad pimpante para copar el ensayo narrativo de aciertos, tales como hibridar lo vivido y lo estudiado, lo sentido y lo soñado o lo lingüistico con el canalleo más voraz.
Nos dice el autor que «toda literatura, si es cierta, acaba devorando a sus autores». Así, Breto vuelve sobre sus pasos para rescatar, como en el ensayo previo, todo un universo singularísimo. Nos estamos refiriendo, entre otras muchas cosas, a la creación apropiada, erudita y accesible de una nomenclatura propia. No es poco, pues nombrar lo es todo. El proceso requiere de una visión íntima y analítica de la literatura. Las páginas de este ensayo están llenas de hilos de los que tirar, en ese y en muchos otros sentidos. Hay ejemplos infinitos entre estas letras: galaxia-libro, gore lirismo, paratextos…Sí, no se resistan. Visiten este libro con la gozosa sensación de abrir un lindero hacia un continente desconocido.
La nomenclatura propia y la capacidad de ver para generar ideas propias son dos conceptos que le permiten a Breto adentrarse en el mundo de Cărtărescu, para regalarnos un ensayo narrativo lleno de efervescencias. Sería imposible nombrarlas todas, pero señalaremos algunas. Por ejemplo, un tema recurrente en el autor rumano es el realismo mágico. El siempre traído y no del todo explotado movimiento que muchos dieron por muerto, pero que se resiste a fenecer. Él lo trata desde una perspectiva algo particular, a la rumana, como explica el autor. Ésta surgirá del espacio entre la vigilia y el sueño. En concreto de los efectos en la percepción que provoca la falta de sueño. Todo ello lleva a Breto a establecer vínculos simbólicos y literarios con piezas como Cien años de soledad. De hecho, llama así a Solenoide, obra señera del rumano, pero ya asentada en el siglo XXI. El papel del insomnio es nuclear en todo ello. Es a la vez motor, cauce y fuga.
Y en esa misma línea de funambulista, fascinante y abisal, se halla otra idea sugerente. Solenoide es, y hay que vaciarse en el ensayo de Breto para descubrir los motivos, una novela cuántica. Del mismo modo, Cărtărescu se concibe y despliega como autor, narrador y personaje, todo a la par. Se combina así autoficción y posverdad. Es, en definitiva, un autor que se narra como un personaje, con todo lo que de simbólico tiene eso (en buena parte de su producción). Breto construye una arquitectura que va del entrelazamiento narrativo cuántico y fractálico a la explicación de la literatura como una entomología (o, incluso como una fuerza transformadora de la existencia). El texto del ensayista es tan infinito como el del autor al que analiza. Sobran los motivos para no dejar pasar esta pequeña gran maravilla. No se la pierdan.
Juan Laborda Barceló
Cărtărescu, el hacedor de insomnios
José Carlos Rodrigo Breto
Subsuelo, 368 pp., 20 €