Este 2 de julio se celebra el centenario del nacimiento de una poeta polaca que cobró celebridad mundial a raíz de la concesión del premio Nobel 1996. Dos libros en la editorial Nórdica aparecen al hilo de esta conmemoración.
La tantas veces invadida Polonia, allí donde el 1 de septiembre de 1939 se lleva a cabo la ocupación hitleriana que dará pie a la Segunda Guerra Mundial: el país de narradores como el conde Jan Potocki, viajero empedernido que vio cómo su tierra, en 1815, se despedía de independizarse del dominio ruso; de Henryk Sienkiewicz, autor de Quo Vadis y Premio Nobel en 1905, además de gran patriota y defensor de las víctimas polacas de la Gran Guerra; del aventurero Sergiusz Piasecki, que firmó El enamorado de la Osa Mayor y al que se le perdió la pista cuando, tras producirse la ocupación alemana, fue evacuado de la cárcel donde estaba preso por contrabandista; o de otros autores que se pasarían al inglés (el más reciente, Jerzy Kosinski; el más famoso, Joseph Conrad) quizá por no tener confianza en el destino de su lengua, como decía Jorge Luis Borges, quien conoció en Buenos Aires a uno de estos outsiders de las letras oficiales de Polonia, el extravagante y provocador Witold Gombrowicz.
Pero el destino tendría reservado a la lengua polaca amplios laureles en el género en el que el idioma es más difícil de traducir y exponer al mundo: la poesía, sobre todo a partir de un trío que coincidiría por última vez en Varsovia, el 28 de julio de 1998. Ese día fue enterrado Zbigniew Herbert, y acudieron al funeral Czesław Miłosz y Wisława Szymborska, un trío que sufrió el hitlerismo y el comunismo, aunque de forma muy diferente.
Si bien Herbert militó en la resistencia y sus libros fueron prohibidos por el gobierno polaco, que hasta lo tildó de enfermo mental, y Miłosz tuvo que exiliarse y sólo volvería a Polonia ―instalándose en la ciudad que le vio morir en 2004, Cracovia, donde también fallecería Szymborska en 2012―, tras la llamada «caída de la Cortina de Hierro», cuando el pueblo polaco empezó a atisbar un inicio de libertad, el caso de Szymborska es en verdad bien particular: solía negarse al recuerdo personal y privado, y fue la insistencia de las periodistas Anna Bikont y Joanna Szczęsna ―ésta participante en la oposición al régimen prosoviético (KOR) entre los años setenta y noventa― lo que llevó al final a ir urdiendo un libro, Trastos, recuerdos. Una biografía de Wisława Szymborska (traducción de Elzbieta Bortkiewicz y Ester Quirós, Pre-Textos, Valencia, 2015), muy asentado en los propios poemas de la escritora que glosaron cada etapa de su vida, así como en las columnas que escribió durante treinta años y que tituló «Lecturas no obligatorias». Un trabajo en el que se captaba la personalidad bienhumorada de la escritora, su humildad y sencillez ―tal cosa se nota sobre todo cuando le otorgan el premio Nobel en 1996, acontecimiento que la desborda y que temía al ser candidata varios años seguidos―, y su desapego al comunismo que, tras la Segunda Guerra Mundial, cierta juventud polaca pensaba que sería la salvación de la sociedad.
Escribir frente al estalinismo
Sus antepasados (con abuelo escritor), su niñez y amor por su padre, su pasión temprana por Charles Dickens, su educación en la clandestinidad al cerrarse la escuela, sus primeros tanteos poéticos ya con la guerra a cuestas…; cada etapa de la poeta estaba presentada con amenidad por parte de Bikont y Szczęsna ―que antes, en 2006, habían publicado La avalancha y las piedras. Los escritores frente al comunismo―, siempre con testimonios orales o escritos, y hasta un punto de desconcierto, sobre todo al preguntarle sobre la experiencia de la guerra y sus escasas palabras al respecto, pese a que perdió a uno de sus primeros amores en el campo de Prokocim, a que un primo suyo murió en el Alzamiento de Varsovia, a que su familia participó en las insurrecciones y a que vio desfilar desde su casa a «soldados heridos cubiertos con vendajes ensangrentados». A lo que Szymborska contesta: «Jamás podría igualarme a Rózewicz o Herbert; en su poesía, el pensamiento sobre los caídos está siempre presente. Al leer sus poemas comprendí que expresaron sus experiencias de manera inigualable y que yo no sabría añadir ya nada».
Resultaba muy interesante conocer cómo Cracovia, una vez liberada en 1945, se entregó al frenesí cultural y cómo un grupo de escritores idealistas abrazaron los códigos comunistas, fundaron una revista y ella misma trató en sus poemas «el tema de la Unión Soviética como Estado amante de la paz, así como el de los criminales e instigadores del mundo capitalista». De hecho, «su debut literario llegó con el estalinismo», con el libro Por eso vivimos, gracias al cual fue admitida entre las filas de la Unión de Escritores Polacos. Szymborska empezó a hacerse cargo de la sección de poesía de la revista justo cuando moría Stalin, a quien le dedicó un poema, y a pesar de que no se prodigó en esa vena ideológica, firmó «una decena de textos propagandísticos, unos cuantos poemas, o una declaración en que aborda su propia obra bajo el oscuro título: “Al Partido le debo el pleno conocimiento de la verdad”».
Esa verdad no tardará en esfumarse, junto a su primer marido, con el que se mantiene casada sólo seis meses pero que siempre será su mejor lector, amén de defensor de la idea de que el comunismo era la única vía posible para la felicidad humana. Ambos sin embargo acabarán desencantados del Partido, de sus censuras y exigencias, y se darán de baja. Sucede el Levantamiento de Octubre en 1956, esperanzador por cuanto el pueblo esperaba la desestanilización del país, y para Szymborska también es un punto de transición: lo político desaparece para dar paso a lo lírico, a la relación con la naturaleza. Su escepticismo y sentido del humor se acrecientan a medida que las distinciones llegan, con un cenit internacional en los noventa, en especial en diciembre de 1996, en una ceremonia de recogida del premio Nobel (Miłosz lo había recibido en 1980) en la que demostró su inclinación a permanecer humilde y discreta: «Tengo en gran aprecio dos pequeñas palabras: “No sé”. Son pequeñas, pero tienen alas».
Toni Montesinos
© De Juan de Vojníkov.
Poemas y reflexiones poéticas
Coinciden en las librerías estas semanas dos grandes libros de la poeta. Por un lado, la editorial Nórdica lanza un estuche que reúne sesenta y cinco poemas de la premio Nobel polaca escritos a lo largo de medio siglo en los que podemos ver la evolución desde sus versos escritos en 1944 hasta los recogidos en 1993. Entre ellos nos encontramos con un poemario, ilustrado por Kike de la Rubia, titulado Canción negra, que era el único de Wisława Szymborska que quedaba por publicar en español.
No publicado en vida de la autora —aunque sí varios de sus poemas, aparecidos en diferentes revistas o antologías—, nació como regalo en 1970 de su exmarido, el poeta Adam Włodek, con el que siempre mantuvo amistad. La obra, publicada en 2014 en Polonia, recoge poemas escritos entre 1944 y 1948.
Por otra parte, tenemos un libro donde brilla su voz reflexiva. Szymborska llevó durante años en la revista Vida Literaria lo que se podría denominar un «consultorio de escritores», en el que se puede entrever su concepto de la literatura. Este libro recoge las mejores respuestas de la escritora a aquellos que pretendían debutar en el ámbito literario.
La propia Szymborska definía así lo que hacían: «Es una vieja tradición de las revistas literarias. Siempre ha sido necesario responder a algunos autores, sobre todo principiantes, sin escribirles cartas directamente a ellos. Por regla general, se resolvía la cuestión con un breve “no se contempla” o “recomendamos trabajar un poco más el texto”. Consideramos que igual valía la pena en algunos casos justificar la decisión». Y continuaba: «Yo intentaba que entendieran cosas elementales, les animaba a que reflexionaran sobre el texto recién escrito, a que fueran mínimamente críticos consigo mismos. Y, lo más importante, los animaba a leer libros. Igual soy una ilusa, pero espero que algunos de ellos hayan conservado esa maravillosa costumbre toda la vida».
SALTARÉ SOBRE EL FUEGO. CANCIÓN NEGRA
Wislawa Szymborska
Nórdica, traducción de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Katarzyna Mołoniewicz, 256 pp., 34,50 €
Wislawa Szymborska
Nórdica, traducción de traducción de Abel Murcia y Katarzyna Mołoniewicz, 176 pp., 19,50 €