Vicente García (Palma de Mallorca, 1971) lleva dedicado al mundo editorial desde 1993 cuando publicó el primer número de la revista Dolmen. Diplomado como Técnico de Empresas y Actividades Turísticas, no tardó en darse cuenta de que la industria del turismo no era lo que más le atraía centrándose en el mundo editorial. Fundador de Dolmen Editorial y colaborador de numerosos medios de comunicación en el pasado, ha trabajado de freelance para diversas editoriales nacionales e internacionales. Dentro del mundo de la viñeta ha escrito cientos de artículos y guiones para cómics como Conspiradores (2005), mientras que en narrativa destacan especialmente sus cinco libros para la exitosa saga Apocalipsis Island (2010-2015), la novela La herencia de Hosting (2014) y la reciente superventas El Libro de Sarah (2015).
Ahora presenta Hijos de las cenizas, una novela ambientada en el siglo XIV en Francia. La trama se inicia cuando un grupo de supervivientes de la localidad de Cahors, arrasada por las tropas del rey, deciden llevar a cabo un plan de venganza con el que sus descendientes puedan evitar los estragos de las tiranías y postrar a los monarcas y señores feudales de toda Europa. Con la idea de conformar un ejército entrenado día y noche con la única finalidad de cumplir su venganza, se inicia una emocionante historia que plasma los anhelos, aspiraciones, miedos y pasiones de un rico tapiz de personajes.
Usted tiene publicadas varias novelas de fantasía, alguna de ella con elementos de terror, y ahora presenta una novela histórica al uso. ¿Le ha costado ceñirse a las directrices del género y no dar rienda suelta a argumentos más imaginativos?
Ha sido un cambio de registro radical al tener que circunscribirme por completo a la realidad, especialmente a un registro histórico y una cronología ya existente. Debido a que la novela transcurre en un período de tiempo de varias décadas, tuve a mi lado todo el tiempo una un libro de historia de la Humanidad que me iba indicando todo el tiempo lo que iba pasando año a año, los reyes que gobernaban, los Papas que había, los conflictos, las hambrunas, etc. El comienzo, por ejemplo, de la Guerra de los Cien Años trastoca levemente los planes de los protagonistas, así como su relación con personajes históricos importantes que van apareciendo, como Eduardo de Woodstock, el denominado Príncipe Negro y pretendiente al trono francés.
Aunque para mí la base al escribir es narrar una historia lo más entretenida posible, desde luego ha sido un ejercicio completamente diferente a situar la acción en un mundo de fantasía (la saga de El libro de Sarah), en un futuro cercano (Las Crónicas de Esther) o en una realidad postapocalíptica (la pentalogía de Apocalipsis Island). Soy ecléctico por naturaleza, por lo que como habrá visto me gusta cambiar de registro, y tengo la infinita suerte de que mis lectores me siguen haga lo que haga. Al menos hasta el momento. Confío en que esta vez se quieran adentrar conmigo en un pasado real, que puede ser más entretenido que un futuro inventado. Ya sabe aquello de que la realidad supera la ficción, aunque es evidente que hay mucho de ficción en esta novela.
La novela transcurre en la convulsa Francia del siglo XIV, con revoluciones campesinas y en el contexto histórico de la Guerra de los Cien años. ¿Cómo fue el proceso de documentación?
Fue más complicado de lo que presuponía a priori, sobre todo porque soy una persona curiosa y todo cuanto iba descubriendo me parecía apasionante, y quería saber más y más. He acabado con una importante biblioteca sobre el medievo que me ha ayudado a lo largo de estos últimos cuatro años. Además, el año pasado me desplacé un mes a los lugares donde se desarrolla la novela; visité la ciudad de Cahors o el monasterio de Rocamadour, comprobé in situ detalles que pude incorporar a la novela, y cambié algunos pequeños errores geográficos. Menos mal que de pequeño estudié francés y me vino bien para relacionarme y preguntar a la gente (risas).
De todas formas, aunque documentar bien la novela era algo básico y fundamental, pues la idea era desarrollar una historia entretenida situada en un marco histórico real, que sumerja al lector en la Edad Media y le evada de la realidad, que le transporte a otro lugar al menos mientras sostiene la novela.
A la hora de empezar la novela, ¿tenía ya clara la trama o esta fue surgiendo a medida que iba escribiendo?
Tenía claro el concepto básico, el contexto histórico y cómo terminaba. A partir de ahí, lo de siempre: los personajes crecen y las tramas se complican. En el pasado he intentado planificar más, pero me acabo aburriendo, me gusta que la novela me sorprenda, que los personajes tengan vida y cierto margen de libertad. Que haya una coherencia es tan importante como que las cosas fluyan, como sucede con la vida misma. Puedes planificar algo, pero luego la realidad se encarga de complicarlo todo. Ha habido ocasiones en el pasado en que, aunque parezca mentira, un personaje que tenía previsto que llegara hasta el final de la historia de repente tenía que morir por el bien de la trama. Supongo que creo que el caos organizado.
¿Qué le resultó más complicado a la hora de sumergirse en otra época y en otro país?
Hay una cosa por encima de todo que me resultó complicado: erradicar de mi mente todos los automatismos modernos que tenemos inculcados a fuego en la cabeza. Detalles como que la gente no sabía leer, no se bañaba o, sencillamente, no quedaba dentro de cinco minutosporque ni llevaban relojes ni sabían contar de la forma en que lo hacemos hoy en día. Es una concepción de la realidad que has de interiorizar en pos de no cometer errores históricos de peso. Al margen de ello, quedan detalles básicos como que ni fuman ni comen patatas, porque de momento Colón no ha descubierto América.
¿Tiene querencia por algún personaje (o personajes) en concreto?
Le diría que por todos. Es imposible no hacerlo. No sé cómo lo harán otros autores, pero a mí me cuesta no empatizar con la mayoría de ellos, incluso con los que tienen el supuesto papel de villanos. Procuro que todos tengan una base personal elaborada que luego la propia trama se encarga de desarrollar y reconducir. Hay personajes que se vuelven más oscuros otros que reposicionan su carácter. Pero en general me gustan todos o, de lo contrario, no me gustaría escribir sobre ellos. De todas formas, aunque hay varios protagonistas, se trata de una novela coral con muchos personajes que van y vienen, y todos tienen un rol importante en la trama principal. Estoy intentando concretar alguno pero veo que me es imposible, que todos tienen matices que me gustan y desagradan. Pero si tuviera que escoger a dos me quedaría con el Inglés por su carácter jovial y Eloise, una mujer adelantada a su tiempo.
¿Qué lee usted en su tiempo libre?
Absolutamente de todo, tanto en lo que a géneros se refiere como al tipo de obra. Supongo que por eso he ido nadando de un género a otro. Suelo leer cuatro o cinco obras al mismo tiempo. Alterno una novela ligera (estoy ahora con la saga Nacidos de la bruma de Brandon Sanderson) con otra más potente (clásicos españoles sobre todo), un ensayo o biografía (justo he terminado Open, apasionante, y comenzaré con la biografía de Nelson Mandela) y cómics, algo normal estando en una editorial como Dolmen.
¿Ha sido complicado dar con el título?
Mucho, es lo que peor llevo junto a tener que revisar y corregir la novela. Soy bueno poniendo título a las novelas… de los demás, pero con las mías soy un puñetero desastre. En este caso, iba todo el día con una libreta donde apuntaba ideas, palabras que me gustaban, conceptos. Y de entre todo ello hice un batiburrillo del que surgió el título final. Pero había otras opciones como Murallas del ayer, Cenizas del ocaso o Tinieblas olvidadas que fui descartando.
Lo curioso es que gracias a ese título se me ocurrió el detalle de imprimir la novela mezclando la tinta negra con las cenizas de mi padre, que justo falleció mientras la escribía. Recordé que hace unos 25 años se había hecho algo parecido en EE.UU. con un guionista de cómic llamado Mark Gruenwald y pregunté a la imprenta si había alguna opción. Me pareció una bonita forma de homenajear a mi padre, de hacer que estuviera en cierta forma siempre conmigo y la novela. En la imprenta estaban asustados, pero no por el hecho en sí, sino por si las cenizas formaban grumos con la tinta. Por suerte no fue así. Lo más complicado fue pasar los controles policiales del aeropuerto, donde me pararon todas las veces; aunque he de decir que la Guardia Civil fue bastante comprensible en todo momento y no pusieron ninguna pega más allá de interesarse por lo que quería hacer con las cenizas. De todas formas, me gustaría comentar que nadie se asuste al leer esto, porque apenas hay cien gramos de cenizas que son indetectables.
¿Qué libro (o libros) le habría gustado escribir?
La verdad es que tengo la suerte de poder escribir sobre lo que quiera, por lo que llevo a cabo las novelas que me gustan y me pide el cuerpo en todo momento (risas). De joven fui un apasionado de El Señor de los Anillos, por lo que me encantaría escribir una novela que se situara en la Tierra Media, lo que sería casi como lo que he hecho con Hijos de las Cenizas, pero documentándome a fondo sobre la obra de Tolkien en vez de con el medievo.
¿Tiene en mente su próxima obra?
En mente y sobre el papel, porque ya he empezado con ella… con ellas, porque he comenzado varias a la espera de ver hacia dónde giro esta vez. Tengo en marcha desde un ensayo de gestión de empresa basado en mi experiencia personal, a una historia situada en la Segunda Guerra Mundial. Veremos por cuál me decanto y qué será lo siguiente que vea la luz. Solo espero que esta vez no me lleve cuatro años, aunque he de confesar que me ha apasionado este viaje al pasado.
A su juicio, ¿qué hay que hacer para fomentar la lectura en este país?
Le diría que ese es trabajo de los políticos, de no ser porque cada vez les veo menos interesados en este tema más allá del postureo hacia voto recaudatorio. Tal vez tengamos que descender al barro y potenciar debates tipo Sálvame o El Chiringuito pero con escritores, hacer una Isla de las Tentaciones con escritores (risas). Pero siendo menos catastrofista, creo que la literatura debería de tener más espacios en los medios de comunicación, que dieran más noticias que hicieran que la gente no viera la lectura como algo elitista. La suerte es que en la actualidad hay muchos lectores jóvenes, especialmente lectoras, por lo que es cuestión de tiempo el que la cultura y el entrenamiento se abran paso en esa selva de ocio que hay ahí fuera, y que salga del endogamia actual. Y siendo más concretos, los ayuntamientos deberían de potenciar los clubs de lectura, financiar espacios publicitarios, hacer compras de libros para regalar a través de las librerías financiándolas de paso; en cuanto vean que la cultura es una inversión en el futuro y no un gasto avanzaremos en la dirección adecuada.
HIJOS DE LAS CENIZAS
Vicente García
Dolmen, 552 pp.,23,90 €