(Barcelona, 20 de febrero de 1868 – Prades, 25 de diciembre de 1948)
El presente año se celebra el 150 aniversario del nacimiento de Pompeu Fabra de quien Josep Pla afirmaba, en sus Homenots, que era el catalán más importante de su tiempo.
Ingeniero industrial, lingüista, traductor, dirigente deportivo y gran aficionado al excursionismo, Fabra es conocido particularmente por haber establecido la normativa moderna de la lengua catalana. Su prestigio es irrefutable: catedrático de la universidad de Barcelona (en 1902 ya había ganado por oposición la cátedra de química de la escuela de ingenieros de Bilbao, ciudad en la que residió hasta 1912), doctor honoris causa por la universidad de Toulouse, presidente honorario de la sociedad catalana de estudios históricos, presidente de los juegos florales en Montpellier 1946… Objeto de numerosos homenajes, sobre todo durante la Segunda República, su excelente reputación profesional iba pareja a su popularidad. Influía su temperamento amable, calmado, que aportaba confianza ya que nunca hablaba de lo que no sabía. El casual parecido con Voltaire (es notable la semejanza con el busto que realizó Houdon, expuesto en el teatro de “La Comédie” de París) es sólo aparente. Observados ambos con atención, Fabra se distancia del filósofo por la ausencia de astucia en su rostro y por la mirada franca, frente a la inquisitiva del ilustrado.
Por todo ello, por lo «divino» y humano, no es extraño que su nombre aparezca en calles de diversas poblaciones, en centros escolares, que tenga una parada de metro en la ciudad de Badalona o el nombre de una universidad de Barcelona.
Pompeu Fabra, un señor que fumaba pipa con el mejor tabaco rubio que podía obtener, era un maestro exigente, Vicens Vives constataba la fidelidad que por él sentían sus alumnos de quienes supo ganarse el aprecio y complicidad.
Apasionado de la filología, planteó la reforma lingüística (patrocinada por L’Avenç) que provocó un gran revuelo. En cierta manera era el enfrentamiento del modernismo con el novecentismo. Tomando como base el catalán de Barcelona, elaboró un modelo normativo que englobaba las características más relevantes de les diferentes variedades del idioma. Simplificó la forma para facilitar una mayor difusión, excluyó arcaísmos y dialectalismos. Acentuó aquellos aspectos propios de la lengua rechazando los términos procedentes de otras o que imposibilitasen la creación de nuevos términos. A su vez, incorporó palabras técnicas de origen grecolatino o del acervo universal adaptándolas al catalán. Y arbitró los recursos necesarios que permitiesen a la lengua hacer frente a los más elevados requerimientos de la producción científica y humanista.
El primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana, celebrado el octubre de 1906 en Barcelona, significó un punto de inflexión de la campaña lingüística. Sin duda alguna, la figura clave y auténtico hombre-puente entre modernismo y el novecentismo fue Pompeu Fabra. Eugeni d’Ors reclamó, ya en el 1905, su retorno a Barcelona con un cargo que le permitiese ocuparse de la reforma del catalán. Este hecho no se producirá hasta 1912 cuando poco después de la creación de la Sección Filológica de l’Institut d’Estudis Catalans, lo llamará Prat de la Riba para dirigir las oficinas lexicográficas.
Tras la guerra civil, se exilió en Francia instalándose en Prades, donde falleció.
Es autor de obras como Diccionari ortogràfic abreujat, La conjugació dels verbs catalans, El català literari, Diccionari General de la Llengua Catalana…
A pesar de que la gramática y la ortografía del catalán moderno de Pompeu Fabra y el Institut d’Estudis Catalans fue en general aceptada en Catalunya, tuvo detractores importantes entre estudiosos del idioma y escritores como Antoni Maria Alcover, Ramon Miquel, Francesc Carreras Candi o Josep Pin i Soler que se opusieron a la reforma fabriana por considerarla un ataque contra la verdadera lengua.
Lo cierto es que, y quizá gracias a su formación científica, la claridad que tenía al exponer y presentar sus ideas, su gran aportación fue la de impulsar el trabajo intelectual sobre bases europeas serias, rechazando la improvisación y la inutilidad de la ignorancia. Y por supuesto, a partir de su contribución, la lengua catalana perderá la etiqueta de lengua de segunda e irá recuperando la identidad perdida.
Maria Carme Roca es escritora especializada en novela histórica, infantil y juvenil.