Como muchas de nuestras costumbres y de nuestra vida cotidiana, el que los cementerios de nuestras ciudades se sitúen fuera de las iglesias y alejadas de la población, tiene su origen en el siglo XIX. En la editorial Deméter, de Valladolid, conocen muy bien cómo y cuándo la obligación de inhumar a los cadáveres en espacios situados fuera de la ciudad, cómo se empezaron a construir “casas de muertos” para mantener vigilados a los cadáveres antes de enterrarlos y cómo, en la prensa decimonónica, los médicos y periodistas discutían sobre la manera de certificar la falta de vida.
Y lo saben porque hace unos meses publicaron una antología, Los que vuelven, en la que recogían relatos de ficción junto a documentos reales aparecidos en los medios escritos del siglo XIX. Antes de que Poe escribiera su «Enterramiento prematuro», la prensa de medio mundo reflejaba la creciente preocupación por ser enterrado vivo. Surgieron así inventos y “tecnologías” que pretendían asegurar a los futuros finados que, llegado el caso, serían salvados por la campana.
El caso es que, a pesar de lo que pudiera parecer, constatar en qué consistía la muerte era más complicado de lo que podríamos suponer. Los debates de cuál era la característica determinante para firmar el certificado de defunción por un médico no era tan sencillo. ¿La falta de respiración, de movimiento, de pulso? ¿La putrefacción? Y comenzaron a “torturar” a los cadáveres. No entraremos en detalle aquí porque, si quieren saber más al respecto, les aconsejamos que echen un vistazo al «Apéndice» que la editorial Deméter incluyó en esta edición de Los que vuelven en la que recogen, como ya hemos dicho, documentos reales desde finales del XVIII hasta principios del XX.
Y, junto a este material, los relatos de ficción que, como señala la editora, se alimentaban de la realidad. Encontramos en sus páginas historias de enterramientos prematuros, catalépticos, suicidades, muertas enamoradas… de autores que van desde Pedro Escamilla hasta Carmen de Burgos, pasando por Emilia Pardo Bazán o Guillermo Forteza o Enrique Fernández Iturralde. Como todos los libros que editan en Deméter para, de alguna forma, recuperar la literatura española del XIX, este también es ilustrado.
En este caso, la ilustradora es Lucía Vázquez de Prada, una joven artista de Valladolid que ha utilizado la técnica del grafito para llenar de oscuridad las páginas de esta antología que nos permite leer historias como «A través de un diamante» o «La Resucitada». Las ilustraciones, con sus claroscuros, contribuyen aún más a crear la atmósfera perfecta para disfrutar de una lectura de género gótico, de gótico español del XIX.
Los relatos y la novelita que componen esta antología de Los que vuelven es, como los otros títulos que ofrece el catálogo de la editorial Deméter un regalo perfecto para los amantes de la literatura española decimonónica de terror, de lo extraño o insólito. Ofrece a los lectores del siglo XXI descubrir autores e historias que quedaron olvidados en las páginas de los periódicos y revistas del XIX y que, gracias a las cuidadas ediciones que ofrece esta editorial pequeña, tradicional e independiente de Valladolid, podemos disfrutar en papel.




