“El libro que tienes en las manos es un registro de este viaje de casi una década. Cuenta mi historia de la única forma que puede contarse: como parte de una trinidad entrelazada en la que mi madre, mi abuela y yo nos fundimos en un telón de fondo con la historia de China y de la diáspora.
Empieza con una pregunta muy íntima: ¿Qué destrozó a mi familia? Esta pregunta me llevó a ser consciente de cómo el tiempo hace añicos muchos vínculos. De cómo la mente destrozada de mi abuela era el reflejo de lo fracturado que estaba su país y de cómo nuestros tres corazones rotos sangraban por la misma costura.”
El fragmento anterior es de la novela gráfica Alimentar a los fantasmas de Tessa Hulls, publicada por Reservoir Books y que, desde hace ya unos meses, está en todas las librerías, en donde esta artista plástica y escritora nacida en Estados Unidos nos ofrece la historia de tres generaciones de mujeres chinas en busca de respuestas para el duelo, el amor, el exilio, la identidad y el perdón. Esta desgarradora historia ha ganado el premio Pulitzer, en la categoría de literatura autobiográfica, y el National Book Critics Circle Awards. Y se ha considerado Cómic del Año por Time, The Guardian, NPR, Library Journal, Kirkus Reviews, New York Public Library e Indigo.
Estos días Tessa Hulls ha venido a España de promoción. Y por ello, hemos ido a su editorial, Reservoir Books, para que nos hable de Alimentar a los fantasmas a los lectores de Qué Leer.
Novela autobiográfica: su abuela Sun Yi, su madre Rose, usted Tessa. Cuenta usted muchas cosas en Alimentar a los fantasmas. Pero yo quería preguntarle en concreto por Rose, su madre. Después de las muchas cosas que cuenta entre su madre y usted, de tantos conflictos entre las dos, ¿qué opinión tiene ahora de su madre?
Empecé a escribir este libro porque quería precisamente hablar de la relación con mi madre. Y no sabía cómo era realmente nuestra familia hasta el proceso de pasar nueve años trabajando con ella para juntar las piezas rotas de la historia de mi madre y de su infancia, lo que nos conectó y nos ha dejado en la situación en la que estamos ahora, que es que podemos ser una familia como nunca antes hubiese imaginado.
Sorprende la honestidad de su cómic: el tener que enfrentarse en él a sus propios fantasmas para encontrar la paz.
No creo que tuviese elección. Si escribes unas memorias y expones la vida de otras personas, tienes la obligación de exponerte a ti misma también, tanto como las has expuesto a ellas. Cuando empecé a escribir este libro, no esperaba ser un personaje en él. Quería hacer un libro que fuera sólo de historia. Pero, a medida que entendí el rol que tuvo la historia china para romper la mente de mi abuela, sentí que tenía que entrar en un entorno emocional que me iba a llevar más allá de cualquier zona de confort. Y entonces me forcé a revelar mi propia historia. Y también la de mi madre y la de mi abuela.
Y, para ser un primer libro, sorprende también la madurez de su cómic. ¿Fue difícil armar el argumento, el planificar las páginas, el dar forma a las decenas de metáforas que emanan de sus viñetas?
Me llevó diez años elaborar mi libro. Yo ya había trabajado como artista visual y como escritora. Pero tuve que aprender una serie de cosas para hacer una novela gráfica. Cambié mi vida en su totalidad para conseguir lo que quería conseguir. Una de las cosas a las que estoy muy agradecida es no haber empezado con esto antes de lo que lo hice. Empecé un par de meses después de cumplir treinta, en un punto en el que ya sentía que era lo suficientemente fuerte en mis propios fundamentos y en mi identidad como artista. Sentía que lo podía hacer bien con la historia que se me había dado… Porque a veces lees otras memorias y piensas, ay, si este escritor o escritora hubiese esperado cinco años… Yo necesitaba que se asentase un poco más la historia antes de abordarla. De ahí el hecho de que me haya pasado la década de los veinte corriendo y huyendo hasta saber que podía sobrevivir a ello. Por eso pude sacar este trabajo.
Lo digo porque hay tantas cosas en sus páginas, tantos niveles que cuentan tantas subhistorias…
He utilizado un programa de ordenador que se llama Scrivener, que muchos escritores utilizan y básicamente me dio la habilidad de tener una especie de pizarra infinita para poner todo, para ver la estructura en general. El libro está como formateado todo el rato en tríadas: Hong Kong, China, América; yo, mi abuela, mi madre; pasado, presente, futuro. Y lo que hice fue crear una estructura para el libro, en la cual cada sección contenía uno de esos nueve elementos que he mencionado. Me gusta trabajar con mis manos; pero es del lado de la familia de mi padre, que son todos ingenieros, matemáticos, físicos, por lo que creo que tengo un poco esa mente y pude construir un modelo tan complejo para poder montar la estructura, antes de empezar con la escritura de las páginas.
[Tessa Hulls tiene todo el rato una sonrisa discreta, elegante, se puede decir que a lo Mona Lisa, mientras responde, rápido y seguro, a las preguntas de esta entrevista.]
Ante el dolor y el desgarro, para llegar a las 400 páginas debió sufrir altibajos, ¿cómo consiguió llegar al final?
Fue super desafiante y, en el momento en que salió el libro, diría que mi salud mental estaba peor que nunca, porque había estado tan aislada, teniendo que llevar a cabo la historia, todo este trabajo, en unas circunstancias en las que no tenía muchas estructuras de apoyo en mi vida. Pero creo que la razón por la que pude terminar es que no tenía elección. Hui de la historia durante muchísimo tiempo y, de repente, me encuentro en la Antártida [p.303 del cómic]. Y digo, vale, me sigue persiguiendo esto; no me puedo ir más lejos a ningún lado. Así que, si no contaba la historia, nunca iba a estar en paz. Y eso fue un incentivo muy fuerte.
En una historia tan personal, ¿por qué el blanco y negro tan denso?
Quería que el lector sintiese qué se sentía crecer en mi familia, que era un entorno muy denso, muy asfixiante. Teniendo esa claridad falsa del blanco y negro, pero a la vez sabiendo que había muchos más matices, elegí escribir el libro así, diseñar el libro así, porque quería hacer esta afirmación del hecho de que puedas tener dos elementos, pero sabiendo que hay otros mucho más complejos entre medias. En mi rol como pintora, trabajo con patrones muy geométricos, colores super alegres. Pero hubiese sido super abrumador si hubiese trabajado así. Entonces [lo del blanco y negro] fue por claridad visual también.
Una curiosidad: se la ve a usted, en algunas viñetas, con sus pinceles tan colocados en recipientes con forma de dinosaurios, como sus hojas, como sus libretas, mmm, Tessa, parece una persona muy ordenada.
Tal vez me he tomado algunas licencias creativas con respecto a cómo se ve mi espacio de trabajo. Aspiro a ser alguien así. Pero hay mucho caos, muchas cosas tiradas. Y creo que alguien una vez me dijo que ningún artista tiene un espacio de trabajo limpio… Pero yo tengo, sí, mis pequeños dinosaurios, que son objetos que tienen mis bolígrafos, pero también es un elemento visual en el que le digo al lector: “estamos en el presente, estamos en mi estudio”. Es un contexto como necesario, porque también en esto hay un poco de apoyo emocional para mí, en donde me decía que, las veces que pintaba a mis dinosaurios, tenían que ser más o menos igual o mayor que el número de veces que pinté a mi madre llorando. Tenía una lista, hacía checks, era como: si dinosaurios, entonces madre llorando. Y quería mantener ese ratio.
Hábleme de sus influencias o ¿con qué tipo de cómic se emparenta Alimentar a los fantasmas?
Maus [Art Spiegelman], Persépolis [Marjane Satrapi], Fun Home [Alison Bechdel], Blankets [Craig Thompson], The Best We Could Do [Thi Bui] y Epiléptico [David B.]
En algún lado he leído que no va a volver a publicar otro libro. ¿Sigue siendo tan tajante, después de la exitosa recepción de Alimentar a los fantasmas?
Sí, lo sigo teniendo claro. Solamente tengo una historia que me lleva persiguiendo generaciones en mi familia y no tengo otra que sacarme del bolsillo. Definitivamente voy a seguir dibujando cómics y siendo una artista multidisciplinar y escritora, pero el proceso de trabajar en un libro durante tantísimos años me enseñó que no soy alguien que sea capaz de aislarse del mundo tanto tiempo.
Carlos Castrosín
FOTÓGRAFO: (c) gritchelle_purple_earrings
INTÉRPRETE: Aitana Mendioroz
Tessa Hulls
Juan Naranjo (traductor)
Reservoir Books, 400 pp., 32,90 €
Sinopsis:
Tres generaciones de mujeres se reúnen en este cómic autobiográfico de Tessa Hulls: su abuela Sun Yi, una periodista perseguida tras la victoria de los comunistas en China; su madre, Rose, quien cargó durante años con el peso del exilio y el dolor, y ella misma, que al cumplir treinta años decidió rescatar la memoria de su familia.
Después de escapar de Shanghái en 1957, Sun Yi recaló con su hija en Hong Kong, donde escribió unas memorias sobre la persecución sufrida; un relato de supervivencia que se convirtió en un best seller inesperado. Al poco tiempo, sufrió una crisis nerviosa que la llevó a necesitar cuidados de por vida. Tessa creció viendo cómo su madre se ocupaba más de Sun Yi que de ella, y cómo iba oprimiéndolas a las tres la carga de los traumas silenciados.
Tras intentar escapar en vano de su pasado y vivir en los lugares más remotos del mundo, la autora volvió a casa sabiendo que, si quería cerrar sus heridas, debía narrar su historia familiar. Alimentar a los fantasmas es el resultado de diez años de trabajo intenso y profundo, un libro que retrata los mecanismos por los que el duelo se transmite de una generación a otra, y que celebra el amor necesario para mantenerlas unidas.



