Nueva edición especial y limitada de su exitosa novela El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
CARLOS CASTROSÍN
Tatiana Tîbuleac ha venido a España, entre otras cosas, a varios actos en el País Vasco y a un encuentro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Al hilo de estar en Madrid y de una edición especial y limitada de su exitosa novela El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, gracias a su editorial, Impedimenta, hemos tenido la oportunidad de hablar con ella para los lectores de Qué Leer.
Es 24 de octubre, viernes. Estamos en La Botica de las Letras, un estudio creativo
en la calle de Cervantes 10, pleno Barrio de las Letras, al lado de la Casa-Museo de Lope de Vega. Tatiana Tîbuleac es rubia, larga melena, sonrisa que acoge, viste blusa negra y falda estampada. Su voz, tranquila y clara, nos muestra que es una narradora y comunicadora desprendida: cuando se le formula una pregunta, se extiende lo que haga falta sobre los intríngulis de su casi mítica novela.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, ahora en una nueva edición limitada, ¿qué sensaciones te produce, Tatiana, volver a ver tu libro en la mesa de novedades?
Siempre es un placer venir a España. Sé que aquí tengo lectores que me quieren mucho y que leen mucho mis libros. Estoy muy contenta de cómo Enrique (Redel, director de Impedimenta) edita mis libros, cómo los trata, las portadas que elige. Me resulta algo extraordinario, para cualquier autor, no sólo que se le lea en un idioma ajeno, sino que además se haga una edición especial para otro idioma que no es el suyo.
Aparte de la alegría por esta edición especial, ¿no estás un poco harta de hablar de tu novela y desear olvidarte de esa historia, de romper lazos con ella, dejarla en el recuerdo?
Hace mucho tiempo que no hablaba de este libro porque el año pasado estaba centrada en otra novela que estaba escribiendo. También es posible que nunca sea del todo placentero para un autor tener que estar hablando siempre de los mismos libros pasados, pero entiendo que es parte del juego y que, por otro lado, para los lectores que lo leen por primera vez, el libro sigue siendo nuevo, es una nueva experiencia para ellos. Así que, estoy agradecida de poder hacer esto y seguir hablando sobre el libro y tener conversaciones profundas sobre él.
En general un autor sólo puede controlar el libro mientras lo está escribiendo, una vez que lo publica se le escapa de las manos, no tiene control. Y este libro está yendo por rutas que nunca me pude imaginar, está llegando a países a los que nunca pensé que llegaría, se lo relaciona con temas que tampoco había imaginado, llega a lectores que no creía posible y, en general, a sitios que nunca creí que alcanzaría, lo que a veces me hace pensar que dentro de diez años, cuando esté trabajando en otro libro, posiblemente seguirá habiendo gente que quiera hablar sobre El verano y que yo estaré agradecida de poder hacerlo.
Hablando de recuerdos, ¿sigues teniendo los mismos hábitos de escritura que cuando terminaste, en 2016, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes?
No, no siguen siendo los mismos. Creo que mis hábitos han cambiado con cada libro que escribo y que, con cada libro, aprendo sobre mí misma. El verano es el libro más fácil que he escrito porque, por un lado, yo no pensaba sobre mí misma como una escritora, no era una escritora. La segunda novela (El jardín de vidrio, 2018), que sí venía con la carga de ser escritora, fue más difícil, por un lado, porque la escritura se volvía cada vez más compleja y por otro porque habla de mi pasado. Y mi pasado personal es más complicado.
En el trabajo de los escritores, porque esto es un trabajo, en esta profesión, como en todas por otro lado, lo normal es que uno quiera ser más ambicioso y superarse. Yo busco superarme en los mensajes que transmito, en las voces que creo. Antes, al principio, escribir era una especie de placer, sin llegar a ser un juego, pero era algo parecido, era simple, era fácil. Y ahora quiero más, quiero darles voz a las personas que creo que no la tienen. Creo que mis intereses están cambiando, según la edad pasa, porque yo cambio y mis intereses también. Pero espero que los lectores se mantengan.
Mi madre hablaba y hablaba, yo no había imaginado siquiera que conociera tantas palabras. Dejé que se vaciara del todo, que vertiera hasta la última gota, aunque veía que inventaba cosas que no podían ser ciertas porque, cuando sucedieron, yo no era ya un niño y tampoco estaba loco y las recordaba. Es decir, recordaba simplemente que no habían sucedido, que no se habían producido y que por muy bien que las estuviera contando ella ahora, a punto de morir, no eran sino mentiras.
Pocos títulos recientes han dejado una huella tan honda como El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes: un relato sobre el amor y la reparación, sobre la memoria y las cicatrices que no se borran. Más de 80.000 lectores se han estremecido ya con Aleksy, quien aún recuerda el último verano que pasó con su madre, entre muchas preguntas. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo?
Tatiana, la novela está plagada de recuerdos: los de la abuela, los de Mika (la hermana), los de Moira (la novia), los de la madre y los del propio protagonista, Aleksy, claro. Pero, ¿los recuerdos, mmm, son fiables?
Los recuerdos pueden ser engañosos. Depende de lo que recordemos, cómo lo recordemos o cómo queramos recordarlo. A veces nuestra propia mente nos protege, porque tenemos un recuerdo doloroso o triste y lo bloquea. Pero eventualmente suelen volver y entonces, en cualquier caso, vivir en nuestros recuerdos implica de alguna manera estar perdiéndose la vida real. Creo que los recuerdos son muy importantes para mí y mi escritura. Pero es importante dejar la puerta abierta para que corra un poco el aire y no nos quedemos ahí estancados.
Tatiana, el odio de Aleksy, el desgarro, sobre todo al principio de tu libro, es algo potentísimo, arrasa con todo. ¡Qué terrible que el odio domine nuestra vida!
No hay muchas emociones poderosas realmente. No son tantas. Y el amor y el odio se parecen, son similares, por lo menos en intensidad. El amor por un lado es inexplicable, muchas veces no sabemos por qué queremos a alguien o por qué queremos algo, no sabemos explicarlo. Sin embargo, por desgracia, siempre solemos saber por qué odiamos, lo que odiamos. Y Aleksy sí, efectivamente, comienza en el odio, pero gradualmente llega al amor y todo esto sucede porque deja paso al perdón.
Quizá ese puede ser el motivo por el que tantos lectores se enganchan a esta novela, porque muchas veces lees algo y en ese libro que estás leyendo no se exploran tantos o no todos los sentimientos. Normalmente hay uno central. Sin embargo en El verano está toda la gama, está el odio, el amor, la reconciliación y el perdón, además todo en muy poco espacio.
Siempre pienso que el motivo principal para escribir este libro era un poco como un quitármelo de encima y poder liberarme de lo que significaba para mí. Y es curioso porque, a veces, los lectores me dicen lo mismo, que cuando empiezan el libro sólo quieren terminarlo ya y pasar a lo siguiente.
“Solo piensas en la muerte cuando te mueres, Aleksy, solo cuando te mueres, y eso es una tontería, una inmensa tontería. Porque, en lugar de todos sus sueños, la muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo. De hecho, lo único que le va a suceder con toda certeza. Por eso, Aleksy, no hagas nunca las cosas a lo tonto pensando que tendrás tiempo de enderezarlas, porque no lo tendrás. El tiempo de después lo utilizarás para hacer más tonterías y para morir más deprisa”.
Tatiana Tîbuleac nació en Chisináu, Moldavia. Se dio a conocer en 1995, cuando comenzó a publicar la columna «Historias verdaderas» en el periódico Flux, uno de los diarios más importantes en lengua rumana. En 2007 abandonó el periodismo para dedicarse por entero a la escritura, y al año siguiente se mudó a París. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, su primera novela, se ha traducido a varios idiomas, se ha convertido en un auténtico fenómeno literario, con adaptaciones para el teatro, y ha cosechado importantes reconocimientos en nuestro país, como el Premio Cálamo Libro del Año 2019, el Premio Las Librerías Recomiendan 2020 y el Premio Novela Europea Casino de Santiago 2020.
Tatiana, en tu novela se dice que los consejos no valen nada. Al menos, los que le dice su madre a Aleksy. ¿Opinas lo mismo, que a los hijos, sobre todo jóvenes, les da igual los consejos de los padres?
Cuando eres joven normalmente no escuchas a tus padres porque piensas que son viejos y no tienen sabiduría. Por desgracia luego nos toca crecer y empezamos a ver a nuestros padres en nosotros mismos. Esto es lo que me ha pasado a mí, es mi experiencia personal. Para mí fue un momento un poco curioso, divertido, darme cuenta de esto, y por eso Aleksy no cree en su madre, no le hace caso, hasta ve que va a morir, y muere, y entonces entiende que las debilidades de su madre no eran tales, sino sus fortalezas y que, en lo que él veía fealdad, había belleza. En fin, creo que esto de no escuchar a los padres es un problema generacional.
En tu libro también hay una visión descarnada de las miserias del mundo del arte, del mundo de la pintura, de la pintura hecha por Aleksy cuando estaba ingresado en un manicomio y que luego, con ese mismo tipo de pinturas, las pinturas de un loco, acaba siendo un gran artista.
Yo creo en el arte, no necesariamente como terapia de manera estricta, pero sí como método para abrir lugares seguros para que la gente pueda expresar sus sentimientos, tanto oscuros como luminosos. En general considero que el arte es un lenguaje universal, por ello me parecía interesante que Aleksy fuera un pintor, porque de esa manera podía expresar más sobre quién es, cómo es y cómo se enfrenta a lo que le pasa. Podría ser cualquier otro tipo de artista, un músico, un escritor. Aunque un escritor no, sería un poco demasiado ¿no?
El arte es una manera para que algunas personas, los artistas, sean buenas personas, porque luego en la vida real no es tan fácil ser una buena persona, no siempre podemos ser amables. Siempre podemos estar ayudando a los otros y el arte es la única manera de dar lo mejor de nosotros mismos. Por ejemplo, a mí me pasa que he leído libros maravillosos, he visto películas maravillosas, escritos por malas personas y dirigidas por malas personas. Sí, creo que el arte es una manera de salvar a la gente.
Antes, de refilón, has mencionado que el año pasado estabas escribiendo una novela. Por favor, amplíanos esa primicia: ¿cuándo tendremos en España nuevo libro de Tatiana Tibuleac?
Cuando seas feliz, golpea primero, es el título de mi siguiente novela, se lanzó el mes pasado en Moldova y saldrá en España traducida el próximo otoño. Es la primera lengua a la que se va a traducir y eso me hace muy feliz.
TRADUCTORA (entrevista): Elena Iglesias
FOTÓGRAFA (entrevista): Carmen Hache
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Edición especial limitada)
Tatiana Țîbuleac
Traducción de Marian Ochoa de Eribe
Editorial Impedimenta, 256 pp., 22,50 €











