Soraya Romero: “No creo en el falso perdón”
Tras el éxito de su novela debut, Las semillas del silencio, que está siendo adaptada a la televisión, vuelve la escritora y periodista hispano-suiza con una historia realista y tremendamente emocionante que desgarra al lector.
El protagonista de Demasiado ayer (Kailas, 2025), Nicomedes, es un muerto en vida, alguien que huye de nuestro país durante la guerra civil, escapando a México, buscándose una vida otra. Basado en documentos reales de la familia de la propia autora. Soraya Romero imagina una vida posible para su bisabuelo Nicomedes Romero, también fusilado en la guerra civil española y, posteriormente, dado por desaparecido. Nicomedes arrastra consigo un pasado imposible de enterrar que, que acabará afectándole a él, pero también a sus parientes en España.
Demasiado ayer nos plantea muchas preguntas sobre el pasado, la culpa, las herencias envenenadas y, sobre todo, deja una duda en el lector: ¿podemos escapar de nosotros mismo? Con crudeza y un hondo y sombrío realismo, necesario para no dulcificar los hechos, pero sin evadir el componente lírico, Demasiado ayer nos presenta una historia de silencios, de verdades incómodas que, pronto o tarde, acaban por salir a la luz.
Para saber un poco más sobre esta historia, conversamos con la autora.
Igual que en tu anterior libro, aquí recurres a una historia real relacionada con tu familia. Cuéntanos cómo descubriste esta historia, que fue el disparador de la novela, y por qué te interesó tanto como para dedicarle una novela.
Los disparadores de esta novela son la furia y la curiosidad. Encuentro unos documentos vinculados al asesinato de mi bisabuelo en los que el régimen franquista trata de embellecer y justificar la barbarie a través de la manipulación del lenguaje: “Se le aplica el bando de guerra por desafección al régimen constituido”. En esos documentos también queda reflejado el peregrinar burocrático de mi bisabuela durante tres años para que le dieran por muerto. Junto a esta documentación, me topo con una sentencia judicial vinculada a mi bisabuelo por un delito de lesiones perpetrado por él en su juventud. Ese es el detonante que me hace imaginar una historia que refleje que a todos nos habita un Caín y un Abel, y es el contexto el que determina cuál de ellos se despierta.
¿Es la ficción la mejor manera de luchar contra el olvido, rescatando historias silenciadas?
Esta novela es, sin duda, un ejercicio de memoria personal y colectiva. Me interesa todo lo que puede trabajarse desde dentro, desde uno mismo, pero que tenga una resonancia social. Almudena Grandes decía que la historia de las naciones se podía contar a través de la vida privada de las personas, y eso es una gran verdad. A través de las historias de mis personajes revisito historias propias y otras prestadas por familiares, amigos y conocidos.
Uno de los temas centrales del libro es la culpa y la herencia emocional, y cómo podemos lidiar con ambas. Nos gustaría que nos hables de ello.
La huida, la supervivencia y la violencia estructural se articulan en Demasiado Ayer. Para mí, la narrativa se convierte en un espacio seguro donde poder reflexionar sobre la identidad y el dolor propio, que no deja de ser un dolor universal. A casi todos nos atraviesan las mismas penas, convertidas en heridas emocionales que muchas veces heredamos sin entender completamente su origen.
La novela plantea que la identidad y la culpa están entrelazadas con esta herencia emocional, y que la lucha por manejar estos elementos es un proceso que implica confrontar el pasado sin dejar que esa carga destruya el futuro, mirar a la herida de frente para tratar de sanarla.
Demasiado ayer está ambientada en España y México. ¿Te estuviste documentando en los propios ambientes donde se refugia tu protagonista, cuando huye de España en plena Guerra Civil, hacia México?
México se convirtió en un colaborador necesario en la trama cuando descubrí que, en la época en la que vivió mi bisabuelo, que era barrenero, y que es en la que le hago huir hasta Veracruz, el país era uno de los mayores exportadores de plata del mundo. Aprovechando la visita a unos queridos amigos, les pedí que me llevaran a visitar la mina de La Valenciana y la Bocamina San Ramón, en Guanajuato. Sobre esa experiencia se articula el personaje de Julio Ayer y su prosperidad económica, teñida también de sangre y oscuridad.
Demasiado ayer plantea un asunto importante: ¿Es posible la redención? Nos gustaría saber qué opinas tú sobre el asunto.
En Las semillas del silencio, el personaje de Catalina decía: “Necesitamos perdonar para poder avanzar. Yo me di cuenta de que era incapaz de hacer eso, y acepté que solo me quedaba perdonarme a mí misma por ser incapaz de perdonarlo a él. El indulto genuino es el que nos concedemos a nosotros mismos”.
Para mí, la redención, lejos del concepto judeocristiano, es poder dormir en paz, es el acto autónomo de reconciliarse con el pasado y con las propias decisiones, para poder vivir con tranquilidad e integridad. Depositar el perdón en manos ajenas puede ser decepcionante. Las personas deben tener derecho a no querer perdonar sin que se las machaque por ello. A veces toca construirse desde ese dolor y cohabitar con él sin que eso signifique necesariamente vivir anclado en el rencor. No creo en el falso perdón.
Fuente: editorial Kailas











