He pasado días muy gratos con un libro que se sale de toda consideración literaria, porque nos sumerge sin ambages en mundos que, por imposibles y al mismo tiempo cercanos, nos atrapan con un poder fuera de todo orden. El libro en cuestión me llegó en los días previos a mi cumpleaños, y mejor regalo no podía recibir: se trata de los Cuentos del gran autor estadounidense Ray Bradbury (Illinois, 1920 – Los Ángeles, 2012), de la editorial española Páginas de Espuma (septiembre de 2025), en edición de Paul Viejo, traducción de Ce Santiago, ilustraciones de Arturo Garrido y prólogo de Laura Fernández.
Por supuesto, como nos tiene acostumbrados Páginas de Espuma, este tomo de los Cuentos de Bradbury, está magníficamente presentado: sólida edición de 1339 páginas, tapa dura, marcapáginas, papel de alta calidad e impresión con letra que se deja leer muy bien, acertados interlineados y márgenes adecuados, que nos permiten a los lectores una prosecución continuada sin la fatiga propia de las obras extensas.
Hablar de Bradbury no resulta fácil, porque fue diverso y complejo, su literatura traspasó límites en cuando a géneros, temáticas, técnicas, extensión y estilos. De él leí con deleite en mi adolescencia Crónicas marcianas y Fahrenheit, creo, si mal no recuerdo, que fueron ediciones del Círculo de Lectores, y podría decir, sin temor a caer en la hipérbole, que dichos textos me empujaron por múltiples laberintos: sentí conmoción interior, impregnaron mi imaginación con tal cantidad de sensaciones, visiones e incógnitas, que mi escritura (que vendría a desplegarse en mi veintena) lleva mucho de él.
La estupenda edición antológica que comento, es obviamente totalizadora, en cuanto a su narrativa breve, pero, como lo dice Paul Viejo, su editor, en Nota a la Edición, “implica asumir un reto doble: por un lado, la amplitud y riqueza de una obra que abarca más de siete décadas; por el otro, la naturaleza cambiante de los propios textos, reescritos, trasladados, reciclados y renombrados a lo largo de los años por un autor que nunca dejó de trabajar sobre su propio pasado.”
En Cuentos de Ray Bradbury hallamos 113 relatos, ordenados cronológicamente y, por supuesto, todo un amplio espectro de posibilidades literarias y estéticas, que dan muestra de la enorme versatilidad de un autor que se erigió (fue autodidacto) en un maestro de la narrativa breve del siglo XX, aunque sigue en boga (de su obra se siguen produciendo series, películas y un largo etcétera).
Sin duda, fue nuestro autor un ser genial y osado, rompió a cada paso esquemas y clichés, y sus textos pronto recibieron la atención del público y de los medios, que vieron en ellos a un autor visionario, dotado de una “extraña” capacidad de otear más allá del común, para internarse en mundos ignotos, a veces mórbidos, casi siempre expectantes y desconocidos, hasta adquirir una fama nada pueril de ser una suerte de gurú de las letras, conectado por inauditas circunstancias a espacios y dimensiones nunca trajinados y maravillosos.
Los Cuentos de Bradbury disparan la imaginación, aun en sus piezas más tradicionales (que las hay), porque supo conectar con nuestro afán por hallar respuestas a lo desconocido, y amalgamar los miedos que nos atenazan. Hay en sus textos misterio, fantasía, terror, ciencia ficción, poesía y efecto sorpresa (a veces finales abiertos) y, por más extraño que parezca, hay mucho en ellos de su preocupación por lo social, su crítica a la censura y un hacerse eco del sentir y de la ansiedad de los lectores de su época (y también de la nuestra), que no escapan al temor de la posibilidad de una guerra nuclear, y también a las potencialidades y peligros de la deshumanización por las nuevas tecnologías.
Se percibe en los Cuentos de Bradbury mucha nostalgia por los tiempos idos, sobre todo de la infancia, que lo marcó en lo personal y en lo literario. Por lo tanto, esa nostalgia se hace mágica y esplendorosa, inocente y al mismo tiempo lúcida, y ese asombro infantil presente en muchos de sus textos, nos hace recorrer a sus lectores los caminos extraviados de nuestros propios pasos por el mundo, y ello abre en nosotros inusitadas compuertas, que nos permiten el cotejo entre la realidad y la ficción, entre el ayer y el ahora, hasta conjuntarse para hacerse parte y todo de la misma esencia narrativa (y humana).
Hay denuncia social y política en los Cuentos de nuestro autor, y ella está presente frente a la imposición de ideas preconcebidas por parte de poderes establecidos (o por establecerse), que pretenden acallar nuestras voces y desdibujar en cada uno la imaginación. Sus aventuras espaciales son, por tanto, zonas que buscan empatizar lo humano y el portento material y tecno-científico, y que ello no se traduzca en la pérdida de nuestra sensibilidad; de la poética del existir, de la libertad para ser y sentir.
¿Qué pensaría o sentiría nuestro autor ante la realidad de nuestros días, en la que la guerra, el despliegue misilístico y nuclear, la segregación, el exterminio, la xenofobia y el racismo se abren a cada instante como una caja de pandora, que trae consigo el desahucio y dolor? No es difícil conjeturarlo: echaría mano de su reconocido talento creador, de su acendrado humanismo, de su emocionalidad y de su portentosa imaginación, para desde sus textos denunciar todo aquello que nos enmudece y deshumaniza.
Enhorabuena por esta espléndida edición de los Cuentos de Ray Bradbury, de Páginas de Espuma, que llega a nosotros en un momento muy particular de nuestra historia, para recordarnos que la literatura trasciende el tiempo y el espacio, y que las voces del ayer pueden hablarnos en el presente, y así iluminar la oscuridad que pareciera adueñarse de nuestros días.
Ricardo Gil Otaiza











