Leer a una escritora como Friederike Mayröcker (Viena, 1924-2021), cuya presencia a nivel editorial en este país es más bien escasa —si no inexistente hasta Se secará como la hierba. Antología (1946-2009), en versión bilingüe alemán-español con traducción de Sandra Santana y Magdalena Kotzurek y prólogo de Isel Rivero para Arrebato Libros el pasado año 2024, la librería «mundialmente pequeña» situada en la madrileña calle La Palma, también organizadora del festival «Poetas» y situada en la agitación cultural de la capital española—, es como leer a Else Lasker-Schüller, Anne Waldman o Ana Cristina César, es decir, una oportunidad, un descubrimiento o una confesión. Autora polifacética, casi polímata y prolífica ante todo, tocó muchos palos, de la poesía a la literatura infantil pasando por obras radiofónicas de buena acogida, llegando a estar nominada al Nobel. También ostenta haber sido premiada con el Georg Büchner en el fatídico año 2001, uno de los mayores reconocimientos en lengua alemana que otra compañera suya de café, Ingeborg Bachmann, que formaba parte del Wiener Gruppe al igual que ella (una asociación clave formada en torno a 1954 en Viena con intereses como el carácter óptico y musical de lo literario, yendo y viniendo del Expresionismo al Surrealismo pasando por Dadá), también recibió. Además, tuvo como compañero sentimental y artístico a Ernst Jandl, otro poeta clave en su contexto, cuya obra abriga también un acentuado carácter experimental, y que también ha publicado Arrebato en un gesto de justa memoria. A él, la poeta del baconiano despacho (se cuenta en una entrevista de 2007 como adenda al texto que llegó a comprar Tarjeta Postal, de Jacques Derrida, por tercera vez por no encontrarlo entre sus anaqueles), le dedicará en este libro algunos versos memorables: «creo que te quiero, por ejemplo / trémolo tan entrelazado, mientras yo, / fuego fatuo, protegiendo los ojos, para que / no tengas que ver en ellos / un rastro / de espejo inundado». Por último, y no por ello menos importante, es decisiva la maqueta (o «tripa», en la jerga) de Alonso & Moutas, que se ocupa de reconocer el alma de la poeta austríaca para escoger una tipografía cercana y coloquial muy en la línea de la poética de Mayröcker, así como otros detalles en los paratextos, al margen de que el libro, rosa, es atrayente y con buen lomo.
Si tuviera que destacar algo de la poesía de la poeta vienesa lo primero sería su sentido del poema como espacio para la vivencia y el hallazgo de lo mágico en lo cotidiano, un elemento que ya rescata la crítica en términos generales y que es patente a la hora de su lectura. En poemas que oscilan entre la brevedad propia del apunte a otros de desarrollo casi en prosa poética, aunque estos últimos algo caóticos, se revela un matiz que también sirve para poner de relieve cierta naturalidad y abandonar, así, la concepción del poema como artefacto (o, al menos, generar esa ilusión). Rebosantes de recursos como neologismos e imágenes ricas en plasticidad, la colección aquí seleccionada, con muchos poemas dedicados a amigos/as tras el último verso, subrayan la metodología o tecnología del yo (Foucault dixit) de una escritora que escribía a diario (ella misma lo dice y de ello hace gala), primero en sus ratos libres cuando se desempeñó durante 24 años como profesora de inglés ante un estudiantado en dificultades y, posteriormente, en clara apuesta, cuando puede entregarse a la escritura ya cual «oficio de vivir», en palabras de Cesare Pavese, como en el poema «qué necesitas», donde reclama: «necesitas un árbol necesitas una casa / no una toda para ti solo una esquina un techo / sentarse pensar dormir soñar / escribir callar ver al amigo / los astros la hierba la flor al cielo», en lo que es también una oda al ritmo, vertiginoso. Esta velocidad o kilometraje ronda en general el conjunto, como en otra pieza de la colección que lleva por título «La llamada»: «[…] ruedo como un espantoso disco en llamas / por una empinada pendiente / libre de los sueños y tabús de ayer / dirigiéndose a una desconocida meta en movimiento: // sin elección / pero con un corazón impaciente». Esta impaciencia es una clave para el espejo, y tiene resultados en su afán vanguardista, ya que la obra, en su hacer, es puro movimiento, algo casi nervioso y de mucha vitalidad. En esta dirección, hace poco hablaba con un crítico literario sobre qué lugar le debería corresponder a lo experimental dentro de la obra de un/a poeta, y no llegamos a ninguna conclusión fehaciente porque la historiografía literaria es rica en casos que dicen y contradicen lo mismo y lo contrario, por mucho que la palabra «vanguardia» lleve consigo una connotación relativa al progreso y, por tanto, deba situarse al final del recorrido, al margen de las implicaciones formales, si bien es verdad que la experiencia aporta valores a la contención y a la reescritura. En el caso de Friederike, hay vanguardia siempre, un serio juego hasta el final.
Si damos luz verde, damos luz, y esta edición alumbra el camino de una poeta por muchos ignorada, al menos en nuestras coordenadas. De amplio registro, esto es, de la brevedad al canto y de la delicadeza a fragmentos más semovientes en el claroscuro, ojalá este rescate pueda servir para el acercamiento a una autora ajena a nuestro conocimiento no por nada, sino porque la literatura a veces es caprichosa y localista y tenemos que leer la letra pequeña, el pie de página, las instrucciones, los dimes-y-diretes de una conversación robada. Para nuestro caso, la obra —poética— de Friederike Mayröcker.
ÁLVARO GUIJARRO
Foto: Friederike Mayröcker en su despacho, Viena, 2001
SE SECARÁ COMO LA HIERBA. ANTOLOGÍA (1946-2009)
Friederike Mayröcker
Traducción de Sandra Santana y Magdalena Kotzurek
Prólogo de Isel Rivero
Arrebato Libros, 196 pp., 14 €