Terminé de leer una obra hermosa en el género de libro de viajes (y de memorias, ambos son inextricables), titulada Me niego a dar por soñado lo vivido. Mi vida en África (Pigmalión, 2024), de la buena amiga y escritora española Gloria Nistal. El disfrute ha sido doble: las vivencias contadas en estas impagables páginas (que, dicho sea de paso, recibieron el Premio Internacional de Literatura de Viajes “Isabelle Eberhardt” 2024), y la impecable prosa.
Nuestra amistad es telemática y de reciente data (2022), pero hemos hecho buenas migas en los gráciles y a veces agrestes territorios de la literatura. De ella he reseñado poesía (Soñando ceibas, 2023) y tengo sobre mi mesa dos libros más en este género, que ya hojeo (y ojeo) con enorme placer: Poemas del amor diverso (Sial/ Fugger Poesía, 2007, una auténtica delicia) y Paz, la mejor bandera. Antología de poemas de paz (Pigmalión, 2025), en edición bilingüe español-inglés.
En Me niego… descubro una de las grandes pasiones de Nistal: los viajes. Nos cuenta que ha visitado 106 países y ha vivido en tres continentes, con todo lo que tal premisa tiene de impacto en una existencia, y en ella se ha transmutado en experiencia extrema, que logra plasmar en su libro con verdadero acierto.
Hasta ahora solo conocía su poesía, y me convertí en uno de sus fans, pero hoy que leo su prosa observo a una autora espléndida, profundamente humana, que cuenta sin sujeción alguna una vida que amalgama muchos mundos, y que nos transmite, con lenguaje diáfano y luminoso, para hacernos partícipes de vivencias que atesoran lo exótico y muchas veces lo inenarrable.
En Gloria Nistal todo va más allá de lo anecdótico y conocido, para internarse en territorios en los que la fábula se funde con la realidad, para hacer de la lectura fuerza y extravío, percepción sensorial y locura. Cada viaje por distintos lugares del África, trae consigo elementos que podría catalogar como de un poder telúrico avasallante, que irrumpe en el lector para hacer de él espectador activo, protagonista de su propia aventura, cómplice en la experiencia vivida a plenitud y oteador singular de luminosos horizontes.
El libro consta de una Introducción, veintiséis capítulos no muy extensos (la obra tiene 380 páginas), y una sección de fotografías, y en él Nistal se mueve con absoluta libertad autoral y personal. En cada entrada podemos ver cómo su vida de aventuras y descubrimientos forma parte de una esencia que se inicia de muy niña, cuando viaja por primera vez a Barcelona con sus padres y su única hermana, y allí descubre dos cuestiones que la marcarán para siempre: el mar y los aviones.
Podría decirse que su destino gira en torno de unas ansias incontrolables de descubrir nuevos derroteros (luego vendrían los académicos y literarios, en los que ha destacado, sin lugar a dudas), y la suma de todo esto es, como en todo ser humano, la conjunción de momentos felices y también de malas pasadas.
Luego de leer con arrobo y en tiempo récord este maravilloso libro, podría afirmar con certeza que las sumas y las restas en mi amiga Gloria Nistal da un saldo a favor de la vida y del gozo, del disfrute sensorial y del compartir, del internarse por nuevos espacios, en los que siempre halla las claves que le permiten sacar en limpio un destino forjado desde una férrea voluntad de cambio.
Su trajinar por el África es impactante. Paisajes, gastronomía, costumbres, grupos humanos, animales, tradiciones, anécdotas, pasiones, amores y disfrute (cultura, en la más amplia de las acepciones) en esta obra, son cualidades tan diversas y variopintas, que los lectores no salimos de un asombro para entrar en otro, pero siempre de la mano de una percepción que hace del libro una experiencia rayana en lo místico y lo simbólico.
Gloria Nistal no se contenta con narrar, sino que nos impele a sentir su sentir, a hacernos cómplices de sus aventuras, a plegarnos a una realidad tan heterogénea y compleja, que a veces obnubila los sentidos y tenemos la tentación de pensar que la autora escribe ficción y recrea aquellos desorbitados mundos, olvidándonos que la experiencia humana termina cuando perdemos la capacidad de hacernos parte y todo de la esencia del vivir, y que toda fábula tiene su germen en cada elemento constituyente del tránsito desde el ahora.
Sus recorridos son amplios en este largo periplo africano (cinco años en total), y con verbo contundente nos lleva por Guinea Ecuatorial, Camerún, Corisco, Gabón, Túnez, Benín, Malabo, Annobón, Moraka, Ureka e Isla Mauricio, y vuelve una y otra vez a estos mismos destinos por disfrute o por compromisos laborales. Por tratarse de un libro de viajes y a la de vez de unas memorias, cada experiencia viajera nos lleva por los territorios del Ser, en los que anhelos, sueños y recuerdos se unen en una misma entidad de orden metafísico, para hacer de aquello huella perenne.
Me niego a dar por soñado lo vivido de Gloria Nistal, es un magnífico fresco de una realidad africana que aún hoy nos asombra por lo diversa y exótica, pero que se nos muestra en estas espléndidas páginas con libérrima elegancia. Conocerla desde la voz de una enorme autora viajera, es valor agregado, porque nos lleva de la mano a imaginar aquellos mundos y a plantearnos la posibilidad del cotejo en algún momento de nuestras propias vidas.
No obstante, nos quedan las intensas imágenes y sensaciones plasmadas en la obra, cuya lectura he disfrutado y recomiendo, por ser una enorme vitrina desde la que podemos vislumbrar más allá de nuestra acotada experiencia. El libro se puede leer como novela de aventuras, como intensas memorias, pero también como el testimonio sensible y profundo en un mundo que raya en lo inverosímil.
Ricardo Gil Otaiza