“Lo que ocurre entre dos cuerpos, a veces, revela más que un interrogatorio”
Nacida en Barcelona, Mossa d´Escuadra en activo, con su nueva novela Sombras en la ciudad (Malpaso Ediciones), Ariadna Tuxell se perfila como la nueva reina del dark romance. En esta obra, la escritora aborda con fuerza el erotismo y la oscuridad que representa la corrupción, teniendo a Barcelona como el escenario de la trama. Tuxell afirma que “la corrupción de la vida real atraviesa sus historias como una bala”.
¿Qué fue primero, ser escritora o Mossa d’Esquadra?
Primero fue la imaginación. Desde pequeña ya me inventaba historias y las escribía en libretas que aún conservo. Pero ser Mossa d’Esquadra fue el primer sueño que hice realidad, y el que me enseñó a mirar el mundo sin filtros. La escritora llegó después, cuando entendí que todo lo que vivía —las emociones, los silencios, las contradicciones— necesitaba salir de alguna forma, canalizarlo. Así que podría decir que la policía me dio la materia prima y la escritora le puso fuego. Una llegó antes, pero la otra me completa. Y juntas, hacen que todo tenga sentido.
¿El dark romance va más contigo y con este siglo?
Absolutamente. El dark romance refleja las relaciones complejas, las emociones contradictorias y los grises morales que nos atraviesan hoy. Me representa porque me gusta escribir desde la intensidad, desde lo que incomoda y remueve conciencias. Y va con este siglo porque, seamos sinceros, ya casi nadie cree en príncipes azules ni en finales perfectos como sucede en las películas de Disney. Queremos verdades con cicatrices. Queremos fuego. Queremos realidad.
¿Y qué le aporta tu literatura a este género?
Una mirada brutalmente honesta. Realismo emocional y callejero. Una tensión que no solo es sexual, sino también ética. Mis protagonistas no son víctimas ni salvadores, y mis tramas tienen siempre una amenaza real que acecha. Además, mi experiencia como policía me permite mostrar la oscuridad desde dentro, con conocimiento de causa. Aquí no hay postureo, hay verdad envuelta en deseo, peligro y decisiones imposibles.
¿Hay alguna diferencia crucial entre la Ariadna Tuxell mujer, policía y escritora?
En el fondo, no. Las tres tienen el mismo motor: la pasión por lo que hacen. Pero sí se expresan de forma distinta. La policía busca orden. La escritora, conflicto. Y la mujer… bueno, la mujer observa todo y decide cuándo sacar cada parte. A veces escribo con mirada policial. Otras investigo con intuición de novelista. Lo mejor es cuando todas coinciden y sale una historia que estalla y sorprende.
En Sombras en la ciudad, Beatriz Ayala es una sargenta de los Mossos d’ Esquadra que investiga un caso relacionado con la alta burguesía y la policía. ¿La corrupción de la vida real salpica las tramas de tus novelas?
No las salpica: ¡las atraviesa como una bala! Yo no escribo cuentos de hadas ni novelas donde todo se arregla en la última página. Escribo desde lo que veo, desde lo que siento, desde lo que huelo en el ambiente, desde lo que se intuye en los silencios de los pasillos institucionales. La corrupción —la real, la elegante, la disfrazada de protocolo— está ahí, y yo no la ignoro, la convierto en materia narrativa. Porque lo interesante no es solo mostrar el sistema que falla, sino ver qué hace una mujer como Beatriz Ayala ante ciertos misterios que la dejarán completamente desubicada y fuera de juego debido a la gran traición que experimentará en sus propias carnes. Ahí empieza el verdadero conflicto.
La vida real está llena de zonas grises, y yo no escribo en blanco y negro. Pero más que mostrar la corrupción en sí, me interesa explorar cómo afecta al alma de quien la descubre. ¿Qué haces cuando sabes demasiado? ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar? En Sombras en la ciudad, esas preguntas pesan más que los hechos.
¿Alguien se ha incomodado por alguna verdad que cuentes en tu novela?
Sí, y eso es buena señal. He recibido mensajes del tipo: «¿Cómo sabes esto?» o «¿Te basaste en alguien que conozco?» Y lo cierto es que no necesito espiar a nadie. La realidad es tan jugosa que, con un par de gestos, una conversación un tanto juguetona y algo de imaginación, ¡la trama se escribe sola! Pero cuando alguien se incomoda… suele ser porque se ha sentido retratado. Y eso, en literatura, es un halago.
¿La sargenta Beatriz Ayala es tu alter ego?
Beatriz es la primera protagonista a la que le he dado mi nombre real y mi profesión. Así que sí, hay algo de alter ego, ¡pero con esteroides! Ella es más visceral, más osada, más explosiva. Pero compartimos esa obsesión por la verdad, ese impulso de justicia y esa tendencia a meternos donde nadie nos llama. Es una versión de mí que se atreve a ir más allá… y me encanta dejarla hacer para que llegue mucho más lejos de lo que en realidad llegaría yo.
¿El erotismo es el fuego que integra los distintos elementos de tu obra?
Totalmente. Es el hilo que lo conecta todo: el poder, el miedo, la culpa, la atracción, el deseo… Lo uso como herramienta narrativa, no como adorno.
El erotismo es la mecha, el incendio y, a veces, hasta las cenizas. No es solo un ingrediente: es el lenguaje oculto con el que se dicen las cosas que nadie se atreve a pronunciar. En mis novelas, el erotismo no está para decorar, está para incomodar, para desarmar, para exponer vulnerabilidades y encender pulsos.
Y, reconozcámoslo: el deseo es una fuerza poderosa. Puede hacer que alguien cruce líneas morales, que calle lo que sabe o que confíe en quien no debe. En ese cruce de placer y peligro hay una tensión maravillosa a la que adoro.
Me gusta que mis personajes se deseen con la misma intensidad con la que se enfrentan, sospechan o se traicionan. Porque en el fondo, lo que ocurre entre dos cuerpos —o lo que se reprime— a veces revela más que un interrogatorio. Y si además le añades una investigación policial, un secreto sucio o una mirada que dura medio segundo de más… entonces ya tienes el cóctel perfecto.
Así que sí: el erotismo es el fuego, pero también la chispa. Y si el lector acaba con la respiración entrecortada, misión cumplida.
¿Te gustaría ser recordada como la reina del dark romance en español?
No suena nada mal, la verdad. Pero más allá del título, lo que me gustaría es que quien me lea no me olvide. ¿Existe un legado más bonito? Que mis novelas dejen huella, que incomoden, que exciten, que remuevan algo por dentro. Si eso me convierte en reina, que así sea… pero una reina sin filtro, con los tacones en el barro, el bolígrafo afilado y las emociones a flor de piel.
Ahora que lo pienso, suena genial: «La reina del deseo y del caos emocional». Lo que quiero es que mis historias se sigan colando bajo la piel y logren que mis lectores se planteen ciertos aspectos de su vida y los miren desde otro ángulo que antes no veían o ni sabían que existía.
Eso sí, si voy a ser reina, que sea con el trono lleno de libros, las uñas manchadas de tinta y sin corona, que me aprieta y me provoca dolor de cabeza. No vine a hacer literatura de salón: vine a remover, a provocar, a despertar deseo y a desatar tormentas internas.
Y, puestos a pedir, deseo que mis novelas no se lean, sino que se vivan. Que incomoden, exciten, hagan sudar y dudar, que enamoren y luego dejen resaca emocional. ¡Eso es lo que quiero!
Ricardo Moreno