Escribir es retirar el velo. Sin misterio no hay poesía, y eso bien lo sabe Álvaro Guijarro (Madrid, 1990), quien, desde su primer libro, no ha dejado de tratar de asomarse a las ventanas —estrechas pero luminosas— de lo que no se sabe. Sin embargo, los misterios, por suerte, nunca se resuelven. Como mucho podemos dejar de perseguirlos. Y eso es, precisamente, lo que el poeta madrileño ha decidido hacer con la publicación de Los últimos y los primeros (Pre-Textos, 2025), el que, según él mismo, será su último libro de poemas, sirviendo como colofón a una deslumbrante trayectoria que ha desmigado durante quince años. Aunque todos sabemos que no existe alguien menos de fiar que un poeta y que, además, un poeta nunca escribe un último libro. Pero supongamos, por un momento, que le creemos.
Un libro, no importa el género, solo se puede escribir de dos maneras: como quien abre una puerta o como quien la cierra. Y el gran acierto de Guijarro en Los últimos y los primeros es pertenecer a ambos grupos. Pocas veces un libro que se anuncia como final resulta tan lleno de vida, tan rebosante de catarsis sanadora y de piedad, pero, a su vez, de sombras, heridas e imágenes nacidas de los restos mismos de la desesperación.
Guijarro articula su libro en torno a sus vínculos esenciales: la madre, el padre, los hermanos, los amigos, los enemigos. Todos ellos comparecen como figuras reales, pero también como presencias simbólicas de un mundo ya recorrido. El poeta vuelve la vista atrás, no para revivir, sino para comprender. Hay en estos versos un deseo claro de mirar hacia el centro, como si al final del camino solo quedara la posibilidad de enfrentarse a lo verdadero: lo vivido, lo perdido, lo amado.
También tiene este libro una vocación antológica. En él, Guijarro conjura a todos los poetas que ha sido a lo largo de su carrera. Todos ellos —el poeta volcánico, el poeta de las flores, el poeta de la luz, el poeta del agua y de la muerte, el poeta de la locura— se dan la mano al final del camino y reconocen que, a fin de cuentas, siempre han sido los diferentes órganos de un mismo organismo.
Así pues, Los últimos y los primeros no es solo una despedida de la poesía. Es también, paradójicamente, un acto de amor hacia ella. Un reconocimiento de lo que fue posible gracias al lenguaje. Álvaro Guijarro, al apagar la luz, deja encendida una llama: la del lector que, en su silencio, continúa escuchando.
JUAN ÁNGEL ASENSIO
LOS ÚLTIMOS Y LOS PRIMEROS
Álvaro Guijarro
Pre-Textos, 108 pp., 18 €