En el número de julio de Qué Leer, dentro de la sección «Voz autoral», publicamos esta entrevista a José María Guelbenzu, que habrá sido la postrera de su vida tras morir ayer, día 18 de julio del 2025, a los 81 años.
Tras más de cinco décadas, José María Guelbenzu (Madrid, 1944), con Una gota de afecto, su última novela, cierra un ciclo literario marcado por una mirada profunda y contemplativa sobre la vida, el regreso al pasado y la lucha interna con uno mismo. La novela está ambientada en una vieja casona de Cantabria, y es la historia de un funcionario internacional dedicado a proyectos de ayuda en países subdesarrollados que tiene una mirada singular hacia su realidad circundante y una tendencia a perderse en el territorio de la niñez.
Una gota de afecto es una novela marcada por una reflexión sobre el desarraigo, el amor y el miedo a la entrega. ¿Qué fue lo que le inspiró a escribirla en esta etapa de su vida?
Esta novela está escrita para indagar en lo que lleva a una persona a querer someter a la realidad a sus deseos, que es un asunto clásico. En este caso es un hombre herido que al final de su vida se pregunta por ella; es algo que siempre me ha interesado; de hecho, ya lo hice con el protagonista de El río de la luna, pero aquel era un hombre joven y este es un hombre que tiene a la vista el final de su existencia.
¿Se podría interpretar que el protagonista se enfrenta a una realidad que lo consume y que, en un intento por tener control sobre su vida, acaba perdiéndola?
No se enfrenta a una realidad que le consume, se enfrenta a una realidad que no le gusta, pero la realidad es tenaz e indomeñable. Es algo que ciertas voluntades, un tanto soberbias, desean dominar. Es un acto de soberbia insoportable.
Ha mencionado que esta obra se construye como una «novela de aprendizaje al revés». ¿Qué significa?
Las novelas de aprendizaje son cronológicas y van del principio al final: esta comienza al término, no al inicio. La evolución no pertenece al personaje, pues ya ha sucedido, sino al lector que ha de desentrañarla a toro pasado. La justificación de la estructura narrativa es esa. El fin ha de ser el desentrañamiento y ese no está en el final de la novela sino a lo largo de toda ella.
Y a la vez es una novela sobre el poder de la memoria…
En mi novela El sentimiento la memoria estructuraba la novela en la medida que la memoria siempre es un presente, pues acude cuando la necesitamos, de modo que todo el pasado se convertía en presente: por eso el relato no está estructurado cronológicamente. Aquí sucede algo parecido: la memoria es reclamada cuando tiene algo que decir, sobre el presente.
La estructura de sus novelas siempre ha jugado un papel importante. ¿Se considera un escritor experimental o su enfoque siempre ha estado más cerca de lo clásico?
Soy un escritor que busca no encasillarse en el realismo, tan del gusto español, por otra parte, y agitarlo con el humor y la fantasía. Creo que eso está, por ejemplo, en El amor verdadero, en Esta pared de hielo, en Los poderosos lo quieren todo, en la estructura de El sentimiento, en Mediodía en el Tiempo.
Finalmente, ¿cómo le gustaría que se le recordara?
Yo no soy un autor reconocido, por lo menos a estas alturas de la vida y de la edad. Me parece que soy un escritor amortizado y, si Dios o la Materia en su caso, no lo remedian, además seré un escritor olvidado. Pero me agradaría a mi avanzada edad —las cosas como son— que se reconociera mi obra como escritor y hombre dedicado a la cultura y a la difusión de la cultura, no sólo por mis novelas sino también como editor y crítico literario en los medios de prensa escrita. Al fin y al cabo, a la cultura le he dedicado mi vida.
Una gota de afecto
José María Guelbenzu
Siruela, 326 pp., 21,95 €