La primera y máxima culpa fue de mi amiga Natalia Alatzas, que un día de repente desapareció después de trabajar en turismo años, creo que yéndose a Grecia o a Italia, pero feliz como nunca la había visto, además acompañada por un hombre sano. Yo llevaba un libro de Lord Dunsany (Londres, 1878–Dublín, 1957) conmigo, aún no nos conocíamos demasiado y ella lo vio y subrayó lo difícil que era encontrar libros de ese autor —su favorito, favoritísimo, su secreto-entre-los-secretos, según adujo— en cualquier librería, incluidas las de viejo, la Red o en Madrid. Yo creo que era Cuentos de un soñador, me atrevería a decir que era ese por celebrado; un libro que, en su día, el propio Ortega y Gasset dio cabida en Revista de Occidente, siendo entonces la primera publicación española del autor anglo-irlandés, y por donde yo me inicié aunque sólo recordara panteones de aire. Al tiempo, terminaría haciendo acopio de más ediciones, creciendo en imaginación gracias al autor visionario, y que un día le regalé a la propia Natalia, o eso recuerdo (el Relato). Y ahora han pasado los años y la buena de mi amiga Alatzas ya no está cerca, aunque fuera de esas amistades etéreas y bondadosas y librescas que a veces sostenemos los seres humanos, pero me ha dejado a Lord Dunsany.
Rastreando y retomando la lectura de su universo extremadamente personal, tiene una edición no muy agraciada en Alianza, una antología máxima en mi colección favorita de Siruela, «El Ojo sin Párpado», y otra colección en Renacimiento, aquí traída por rastreable y con prologuista sobresaliente, por poner tres ejemplos que yo haya manejado últimamente después de querer salir del Yo y en lo que Dunsany es experto o directamente fundador. En este sentido, esto que escribo no quiere ser sino una invitación (discreta y emocionante y fuera de tiempo) a este autor —admirado por Borges y H. P. Lovecraft, huelga decir—, y que representa la cima de lo que se ha dado en llamar «fantasía heroica», pues no es estrictamente fantasía ni una gramática técnica bajo el ala de la ciencia-ficción lo que nutre sus textos, sino lo fantástico estricto, algunos anclajes como la ciudad de Londres (de repente, como referente) o las lógicas mitológicas de las grandes tradiciones espirituales. Además, no conozco a nadie que titule mejor —y he leído un pequeño rato los últimos veinte años, sí—, con nombres que van de «Ap Ariph» u «Ood» al «MANA-YOOD-SUSHAI» de su celebrado Los dioses de Pegāna (1905), donde un perro es noche y tiempo y se altera la lógica horizontal/vertical según la cual dialogan dioses y hombres en lo que es una transvaloración de todos los valores, según argumentaría Nietzsche.
Y es que es fascinante la capacidad de mediación que Lord Dunsany establece entre sus personajes, sus espacios ficcionales y sus figuras literarias, al margen de la historicidad; al mismo tiempo que secunda y se inscribe en todo ello como lo moderno se inscribe a veces al alejarse de las coordenadas de la época, à la Saint-John Perse, cuyo Anábasis sería un caso paralelo en el género poesía. Es así que se fracturan jerarquizaciones, aparentes ideas o concepciones acerca del mundo y lo existente y, sobremanera, los vínculos —mágicos— establecidos entre todos esos elementos, para dar lugar a un topos que nos recuerda a la alegoría del «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» y así a la saga de creaciones al margen de la figura del narrador como sujeto en la historia o el relato. E incluso algunos han querido ver en la vertiente más satírica de algunas obras de su mundo privadamente personal una anticipación al absurdo, cosa que yo no comparto, pues lo que uno experimenta al leer a Lord Dunsany es estremecimiento y belleza en estado puro, y el recuerdo lejano de aquello que ya anotaba el Hiperión de Hölderlin: «El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona». Bienvenidos.
ÁLVARO GUIJARRO
AUTOR: Lord Dunsany
TÍTULO: Cuentos de los tres hemisferios, con prólogo de Luis Alberto de Cuenca y traducción de Victoria León Varela
EDITORIAL: Renacimiento
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2011
Nº DE PÁGINAS: 140
PRECIO: 14 €