Natalia Gómez Navajas (Logroño, 1970) estudió la carrera de Gestión de Empresas en Madrid. Al finalizar sus estudios, regresó a su ciudad natal, donde actualmente reside. Compagina la escritura con la dirección de su centro de pilates y yoga. Es autora de las obras Tras el objetivo, Buzali. El origen, El mago y la daga, Aras de venganza, La fiscal y Resurgir.
- ¿Cuándo empezó a escribir?
Desde niña. Mis hermanas y yo, que nos llevamos muy poco tiempo, solíamos entretenernos con historias que yo misma inventaba. Creaba personajes y tramas que luego convertíamos en juegos. También recuerdo haber llevado diarios durante años, escribiendo cada día hasta que me mudé a Madrid para estudiar. Otra cosa que disfrutaba mucho era cartearme con una amiga. Nuestras cartas eran larguísimas, de tres o cuatro páginas, en las que relatábamos todo lo que nos ocurría. Me da pena no haber guardado nada de aquella época.
- ¿Cuándo y cómo escribe?
Escribo por las mañanas. Me levanto a las 6:30 y dedico dos horas a escribir, hasta las 8:30, sentada en la mesa de la cocina. Como termino de trabajar muy tarde y llego a casa sin energía, madrugar es la única opción. Disfruto de ese momento de silencio absoluto, cuando la casa aún duerme y no hay nadie alrededor. Hay otro lugar que me inspira: los viajes en moto. Sentada atrás, de paquete, aislada en el interior del casco, he llegado a escribir escenas completas, diálogos incluidos. Es un espacio de concentración inesperado, donde las ideas fluyen con total claridad.
- ¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
Escribo a máquina, pero siempre tengo un cuaderno a mi lado. Aunque disfruto más escribiendo a mano —siento que las ideas fluyen de manera más creativa y natural—, el problema es que el proceso se vuelve más lento, y tiempo es justo lo que me falta. El teclado me permite avanzar con mayor rapidez, pero el cuaderno sigue siendo mi refugio creativo. Ahí anoto frases sueltas, ideas repentinas o esquemas de escenas. A veces, cuando una historia se atasca, escribir a mano me ayuda a destrabarla. Es como si el contacto directo con el papel me permitiera conectar mejor con las palabras.
- ¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
El café. No puedo empezar sin una taza a mi lado. Es casi un ritual: el aroma, el calor entre las manos, el primer sorbo… Es como si ese gesto marcara el inicio del tiempo de escritura, una señal para que la mente se enfoque y las palabras comiencen a fluir. Sin café, siento que falta algo, como si la historia tardara más en arrancar.
- ¿A quién pediría consejo literario?
A mis lectoras beta, porque me ayudan a ver la historia desde fuera, con una perspectiva fresca y sincera. También a mi profesora de Literatura del instituto, la primera persona que me dijo que debía escribir y que, de alguna manera, sembró en mí la confianza para hacerlo. Si pienso en llegar a más lectores, escucho a mi editora; su conocimiento del mercado y su experiencia son clave. Y, por supuesto, a mi marido, cuya sinceridad en sus aportaciones siempre me ayuda a mejorar.
- Si pudiera reencarnase en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
Podría decirte muchos escritores a los que admiro, Umberto Eco, Michael Ende, Virginia Woolf…, pero si te soy sincera tal vez no cambiaría nada. Escribir desde mi propia voz, con mis experiencias, es lo que realmente da sentido a contar historias.
- ¿Qué recomendaría a los autores noveles?
Que escriban sin miedo y sin esperar la perfección en el primer intento. Que lean mucho, de todo, pero sobre todo buenos libros. Que observen el mundo con curiosidad y se pregunten siempre el «qué pasaría si…». También les diría que la escritura es resistencia: habrá días en los que las palabras fluyan y otros en los que parezca imposible avanzar, pero la clave está en la constancia. Que confíen en su voz, pero que no tengan miedo de pulirla. Y que busquen lectores de confianza, alguien que les diga la verdad sobre su trabajo, no solo lo que quieren oír. Y, sobre todo, que disfruten el proceso. Escribir es un reto, sí, pero también un privilegio.
El testamento de los pasos perdidos
Natalia Gómez Navajas
Almuzara, 304 pp., 19,95 €