Jorge Fernández Díaz obtuvo el Premio Nadal, dotado con 30.000 euros. También se entregó el Premi Josep Pla 2025 en catalán, que ganó David Bueno.
Foto © Xavier Torres-Bacchetta
Por el hecho de ser hijo y nieto de asturianos –sus padres eran inmigrantes que se ganaron la vida trabajando en un bar de Palermo–, el argentino Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) adquirió la nacionalidad española y, realmente, se siente uno más entre nosotros; acaso, hoy más que nunca, al integrarse en la nómina de autores relevantes de la historia de la literatura española que han ganado el premio Nadal. Es otro hito en su trayectoria, en la que se ha merecido el respeto de tantos de sus colegas –a la cabeza su gran admirador y amigo Arturo Pérez-Reverte–, así como la estima de innumerables lectores a uno y otro lado del Atlántico.
En su infancia, Fernández Díaz quedó cautivado por las películas de Hollywood de las décadas de los cuarenta y cincuenta, en especial el cine de John Ford, y libros como Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, y La señal de los cuatro, de Arthur Conan Doyle, despertaron su pulsión literaria. Por eso, fue un escritor precoz, al que se potenció por su interés por el periodismo, que constituyó su segunda pasión. Eso le llevó a a ser cronista policial en la prensa y cubrir casos de homicidios, a comienzos de los ochenta, lo que derivaría en el escritor de novela negra en el que se convertiría. En este sentido, la narrativa policiaca ha sido para él, desde que debutó en este campo publicando por entregas un texto titulado El asesinato del wing izquierdo que tuvo una gran resonancia, su terreno más fructífero desde el punto de vista creativo. En este sentido, cabe mencionar su última obra, de este 2024: Cora, con una detective protagonista especializada en infidelidades.
Homenaje a sus padres
Sin embargo, ese es sólo uno de sus registros narrativos. De hecho, su primer gran éxito lo obtuvo con un libro que homenajeaba a su madre, Mamá, en 2002, en que recreaba cómo una campesina española enviaba a su hija de quince años a la Argentina de Perón para sacarla de la miseria. Un texto duro y emocionante que ahora tiene su complemento con la novela ganadora, El secreto de Marcial alrededor de la figura de su padre, quien al comienzo no vio con buenos ojos que su hijo eligiera el mundo de las letras como profesión. En todo caso, en aquel libro «materno», Fernández Díaz ya desarrolló lo que ha sido una de sus señas de identidad, esto es, mezclar cierto tono de crónica periodística y biografía introspectiva. A todo ello se sumó su dedicación al análisis político, sobre todo con su tarea como subdirector del diario Perfil, siempre con agudeza y pensamiento crítico.
Ha sido tan importante su entrega a la prensa, que al entrar en la Academia argentina pronunció el discurso «El articulismo como una de las bellas artes». Para él este género implica llevar a cabo literatura política o social. Por algo ha sido un ávido lector de los pensadores de la izquierda nacional y del peronismo, un denunciador luego de las mentiras de antaño, o las del kirchnerismo. En paralelo a tales inquietudes, el narrador ha concebido un buen número de novelas, entre las cuales tal vez sea pertinente destacar ahora Fernández, que editó Sudamericana en 2011. Es la historia de Fernández, un periodista que prueba a escribir una autobiografía falsa y que ha de enfrentarse a la cuarentena y al desengaño con respecto a lo que ha sido su vida. Con esos elementos, el autor revisaba la infancia en Palermo, los sacrificios de los emigrantes y las decepciones de toda una generación moralmente perdida, comparando los estimulantes años de los setenta con los derrotistas noventa: la esperanza convertida en fracaso.
El secreto de Marcial
Jorge Fernández Díaz
Destino, 256 pp., 21,90 €